domingo, 23 de octubre de 2016

NADA COMO MI CASA...

De nuevo contigo, mamá. De nuevo en casita con mis contados seguidores.

Mi intervención quirúrgica un éxito. Una valvulita de un generoso cerdito y un pontaje con mi vena safena.

No me he enterado de nada, desperté de mi anestesiado sueño sin un mal dolor, renovado física y mentalmente. No obstante precisaba necesarios cuidados, por lo que desde el Hospital, ingresé en una Residencia Geriátrica donde he sido objeto de cuidados y afectos. Una Residencia, en la que su principal valor es la dedicación y entrega de su Personal.

En mi etapa de formación, tuve que convivir en régimen de internado. Me faltaba la experiencia de convivir un mes con ancianos, de lograr nuevos amigos entre ellos; algunos válidos y otros inmovilizados  en silla de ruedas. Unos, en plenitud de facultades mentales y otros con fallos de memoria o siendo objeto de terapia funcional.

Es impresionante como subyace en lo más profundo del ser humano: válido o disminuído, el amor, el acendrado cariño, el recuerdo imborrable del hogar compartido; de esas sagradas paredes que custodiaron, antaño: amores, entregas, sentimientos profundos, vida y hasta muertes.

Uno se enternece al contemplar como un celador protege el zigzagueante caminar de una anciana hacia su lecho de descanso. Con voz apagada y nervioso caminar  balbucea, remedando a E.T. " Mi casa, mi casa..." Siéntese protegida, cuidada , hasta mimada... pero de lo hondo de su alma surge el imposible deseo de ser cuidada con amor filial y entre las paredes que familiarmente compartió.

Nuestra draconiana sociedad,  impone normas que en otro tiempos no existían: trabajo a ambos cónyuges, vivienda en núcleos urbanos dotados de servicios, y por ende entrega de nuestros progenitores a entidades que sustituyan las antiguas obligaciones familiares.

Por mucha entrega, por plena dedicación, por todo afecto que se profese hacia el residente, nunca éste, se sentirá tan mimado cual si lo fuera por una mano familiar. Vivimos nuevas etapas, nuevas formas de dedicación. Somos la generación apaleada. Ayer cuidamos y nos desvivimos por nuestros mayores. Hoy, no podemos ni debemos, exigir imposibles a nuestros descendientes, quienes se desviven por atendernos ,pero sus obligaciones les imponen delegar en entes sociales la atención hacia sus mayores.

Por ello, tras mi estancia obligada por necesidades médicas en la Residencia he vuelto a casa a mis blogs. Como me considero relativamente válido, he preferido volver a mi casa mientras pueda valerme.

Entre estas paredes flota la lejana presencia de mi difunta y querida esposa. Pese a la soledad me encuentro muy acompañado con los recuerdos aquí vividos y guardados.

BUENAS NOCHES, MAMÁ.




https://www.youtube.com/watch?v=7OuUA8XHIdQ