miércoles, 20 de marzo de 2019

Tornadizos de Ávila. Ultreia 2.





         Antes de dividir el grupo entre peregrinos ciclistas, con destino a la localidad de El Tiemblo y penitentes andariegos hacia Cebreros; hacemos un alto, junto al inicial limite de la provincia de Ávila con la de Madrid; en el paraje denominado la Venta Juradera.

       Otro enrevesado lío histórico, promovido por los dos casamientos del Rey Juan II.  Fruto de su primer matrimonio con María de Aragón, estaba en la Venta, el Rey Enrique IV, a quien el pueblo y buena parte de la nobleza, le dio el apelativo de "El Impotente" por dudar de su paternidad sobre la Infanta Juana, apodada "La Beltraneja" al suponerla, el vulgo, hija de Don Beltrán de la Cueva.

       Otra solemne comitiva, también acudió al mismo lugar, en las faldas del Cerro Guisando, al pie del monasterio de el mismo nombre.

       Esta numerosa comitiva estaba formada por la mayor parte de los nobles castellanos, acompañantes de la Princesa Isabel, hermanastra de Enrique, hija de Juan II y de su segunda esposa, Isabel de Portugal, nieta del Rey luso, Juan I de la dinastía de Avis. Isabel fue hermana del príncipe Alfonso,  fallecido en julio de 1.468 al parecer por la peste bubónica; tenía 14 años. Otros aseguran que falleció por envenenamiento, en la localidad abulense de Cardeñosa.

      Los acompañantes de Isabel, tenían serias aspiraciones neogóticas. Soñaban con que el Reino de Castilla, renovaría la unidad del antiguo reino Godo, saltando el Estrecho  y dominando el norte de África.

      El obispo de Burgos Alonso de Cartagena en el sermón fúnebre del sepelio de Juan II, en 1454, afirmó que el difunto descendía de Alarico, el primer rey godo.

       Ante los Toros de Guisando, muy a su pesar, Enrique reconoció como heredera del trono y con el título de Princesa de Asturias, a su hermanastra Isabel. El encuentro:  Acuerdo o Jura, tuvo mes en Septiembre de 1.468. 

      Los cuatro toros en piedra, esculturas del pueblo vetón, labradas en granito, ubicadas juntas en este paraje.
   
     Consideradas como toros, en vez de verracos por los agujeros que alguno de ellos, muestran en su testuz, se cree, para introducir la cornamenta de verídicas reses sacrificadas, logrando así una apariencia mas cercana al bóvido macho real.

     Pudiera ser que en sus origen estuviesen desperdigadas
 encabezando varios pastizales. Parece que fueron labradas y se mantienen en este lugar desde su ejecución. Efectivamente son representaciones de toros ya que bajo la papada y casi hasta el pecho les labraron hendiduras longitudinales, imitando el poderío del astado en su original, largo y poderoso cuello.

     Se cree, que antiguamente, fueron cinco los bóvidos graníticos, hoy solamente son cuatro, algunos presentan emplastes de metal  fundidos sobre el granito, al objeto de tapar hendiduras producidas por las inclemencias climatológicas.

      


    Algunos, presentan pequeñas oquedades sobre sus lomos, con la finalidad de ofrecer ofrendas a sus deidades protectoras, eso sí, no tan profundas como las del Burro de San Vicente, verraco así denominado popularmente, en San Felices de los Gallegos, cercano a la frontera portuguesa.


Ya en la época romana se hicieron inscripciones sobre los zoomorfos de Guisando; parece que en 1468, el cronista de Isabel la Católica, Antonio de Nebrija, efectuó cuatro calcos en cera de las inscripciones romanas, grabadas sobre los astados labrados en granito.

      Actualmente, es visible y hasta legible la que el vetón romanizado Longino ordenó hacer para su padre Prisco de la  tribu de los Calaéticos:
"LONGINUS PRISCOCALAET Q PATRI FC."

    El fraile, Luis Ariz, su libro del siglo XVII, "Las Grandezas de Ávila" transcribe otras inscripciones hoy no legibles ni comprobadas y hasta refiere la existencia de cistas romanas, así como cinco esculturas zoomorfas.

      Efectuados trabajos de excavación, paralelos al basamento de los bóvidos pétreos, no se ha localizado ninguna urna funeraria.

      Las esculturas dan cara al Monte de Guisando...


    En la imagen, las ruinas del claustro de Guisando, sede del antiguo monasterio de Jerónimos  creado en 1375,  declarado Paisaje Pintoresco en 1954 y Bien de Interés Cultural.
En 1.353, cuatro anacoretas italianos se establecieron en las cuevas de la parte alta del monte.
Fueron el origen del Monasterio de San Jerónimo.

El Monasterio fue  protegido por el rey Juan I , por Felipe II. Visitado por Teresa de Jesús, Fernando Álvarez de Toledo (Duque de Alba) y Juan Bautista de Toledo.

A lo largo de su existencia sufrió tres incendios. En el fuego de 1516, el destruido monasterio es recuperado por Felipe II quien ordena la construcción del claustro gótico-isabelino y se levanta la imponente estructura del templo obra de Pedro de Tolosa, hoy -tras nuevo incendio - una ruina más. 

        A finales del XIX pasa a manos privadas en 1844 nada menos que a un nieto de Goya: Mariano de Goya

        Los actuales propietarios, han creado lanzadera de visitas guiadas en vehículo y otras visitas a pie, para un número de unas 20 personas.

       Además de la frondosidad del paisaje, se recorre: la iglesia, el claustro, la ermita de San Miguel y las cuevas del inicial eremitorio.

       Estas visitas se pueden concertar en el teléfono 697657272 . Se realizan un día a la semana que varía según la época: estival o invernal.
Por ello en la organización de esta etapa, si es de su interés la visita al Monasterio,debe prepararla de antemano.

      Y cerramos aquí esta etapa. Quienes deseen iniciar la nueva etapa en bicicleta deben tomar la carretera N.403 hacia El Tiemblo

     Quienes peregrinen a pie, iniciaran el camino hacia Cebreros por la  carretera AV. 502. Con estos caminantes, nosotros nos vamos hacia la localidad natal de Adolfo Suárez.