domingo, 6 de agosto de 2017

FALTO DE FEMINIDAD.



      Cada día más deseada Mamá.
      
      Mi solitaria vida está convirtiéndose en un resultado de masculinidad. Echo de menos la feminidad en mi cotidiano quehacer. Me afeito y me veo a mi mismo como hombre; paso mi mopa, por el parquet del pasillo y al fondo, la luna de un espejo, refleja mi figura masculina.

      Salgo de casa para tomar un café en el "Maspalomas" y el cristal azogado del vestíbulo, refleja los movimientos de un señor, asegurando la cremallera de su pantalón.

      Toda actividad en mi hogar solitario, transpira a humano masculino, a caballero, a señor, a hombre. Echo de menos, suspiro y anhelo, un aire de feminidad. 

     
Antes, cuando tú Mamá vivías, el aire de nuestro hogar era un pebetero de unión aromática, entre lo femenino y lo masculino. Cada género, se aplicaba a sus funciones, en equilibrada y competente acción conjunta.

      Tras marcharte, tras dejarme solo, mi hogar, pese a estar lleno de tus recuerdos, de tus queridas cosas, de repletos cajones, con telas bordadas para una feliz convivencia y uso, me muestran tu feminidad acentuada, pero pasada; la veo, pero no la palpo, no la siento, se ha vuelto inexpresiva.

       Mamá, estoy cansado de tanta masculinidad en mi vida y hogar. Me faltas tú, me falta esa condición: física, moral y de afectos propia y connatural a la mujer,

      Antes Mamá, ni me fijaba en la fémina con la que me cruzaba, yo me sentía servido satisfactoriamente de feminidad. Tras irte, me he sentido exactamente igual, con tu recuerdo, cargado de delicadeza y ternura durante dos años y cinco meses.

      Últimamente, no siento vergüenza en confesarlo, si me cruzo con una mujer, solapadamente me fijo en su belleza; si no lo es, en su talle y figura. Cuando charlo con una fea convecina, me encanta: su gracejo, su simpatía su afabilidad. Son cualidades que brillan esplendorosas, arrinconando su incumplimiento con el canon actual de belleza.


Sólo me sublevo contra parte de la feminidad, de una vecina, amable ella, pero pícara; es muy observadora, está atenta a mis escapadas del hogar hacia la carretera.

 Cuando certifica mi bajada al garaje, para tomar el automóvil, consciente de mi ausencia por mas de una hora, tiene la fea costumbre de barrer su terraza hacia afuera. 

No usa allí su recogedor, empuja el blanco polvo de tres semanas, hacia el patio central. Mi cuidada terraza, por bajo de la suya, recibe un bautismo polvoriento, que la cubre con el níveo hábito de los neófitos y me afila los nervios, por falta de feminidad en mi vecina y sólo en este suceso, en el resto es muy femenina.

      Salvo la excepción apuntada anteriormente, me encanta el sencillo conversar con el género opuesto. Mi factura de teléfono recoge los consumos de llamadas a mis hermanas, a mis cuñadas, a primas y especialmente a una buena mujer que sólo busca amistad y ayudar a quienes, como ella viven sin ese 2 en su pareja. Como ves, Mamá, necesito sentir a mi lado el apoyo femenino. No deseo nada carnal, sólo: oír voces delicadas, frases alentadoras, voces cariñosas, todas las cualidades que, intrínsecamente, conlleva la feminidad.

      Tú, luchadora, acrecida amazona en el devenir diario, no tuviste que combatir. El regalo de tu persona, conseguía lo que quería de mi, y yo encantado, de poner a tus pies la  petición solicitada, como una ofrenda a mi Diosa.

      Tu ya larga ausencia me obliga a pensamientos tristes, a echar de menos esa feminidad tuya. Mama, no sólo me faltas tú, me falta el hálito que una mujer desprende, cuando convive con su hombre.

      Tú querido lector/a, no eres el primer mal pensado/a. Te he precedido yo en tu desacertado pensamiento, que no es otro que éste: -No estarás buscando nueva mujer a tu lado.

      Pues de momento, no. El añorar las cualidades que adornan a la mujer, no supone buscar a la sujeto que las comporta. Eso sí nunca digas "desta agua no beberé"

      Recuerdo Esposa, muchas, muchísimas veces, tu famoso dicho. 

      Cuando te aconsejamos solicitar los servicios de una señora para ayudarte, sentenciabas: - En mi casa no entra nadie.

      Por eso, Mama, yo me realizo mis tareas caseras. Mientras pueda, en tu casa no entra nadie, pero preciso: necesito un soplo de feminidad. La casa me huele a masculino, a varonil a demasiado viril, 

      Sopla desde tu estrella, un algodón de femenina nube, que refresque nuestra casa, la tuya y mía, con ese fragante aroma que contigo te llevaste.

BUENAS NOCHES, MAMÁ. Mi amazona.

https://www.youtube.com/watch?v=JqKVkQsIaZc

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