Mamá, me lo contabas de una buena señora de una localidad segoviana, sita por debajo de los Calocos bajo el Guadarrama.
Llegada la noche, recogida la mesa y terminada la audición del Parte de Radio Nacional, sólo restaba al matrimonio, vestirse de cama y saltar a lo alto del catre.
El esposo, Nemesio, fogoso campo-azalvino, cual perro nocherviejo, salta el matacán, se arrima cuanto puede y sin pensarlo, espontáneamente, echa su brazo sobre los hombros de su deseada compañera, Antonina.
A Nemesio: los esfuerzos del pastoreo, el frío mañanero, atemperado con la copita de anís La Castellana,....bendito segoviano el Nicomedes; el tórrido sol del mediodía y el caer del atardecer, no lo cansaban. Era, a sus sesenta y tantos, un mozalón ansioso de amores, los de su pareja.
Por lo descrito, cada noche, el fornido brazo de Nemesio apretaba hacia si, la todavía lozanía de Antonina. Ella, le decía:
-Hoy, también quieres, pues todos los días quieres.
La manida frase de Antonina me ha venido a la mente por la breve disertación de nuestra Vicepresidenta Doña Carmen Calvo en una referencia al tema de abuso o violación, que debe requerir de la víctima un estruendoso SÍ.
Para Doña Carmen, los gestos, los atrayentes escarceos, los movimientos amorosos, el pegar a tu esposa cabe tu pecho: silenciosa, callada y amorosamente, no vale.
Los gestos, los abrazos, el contacto carnal, cuando es mudo, no es ministerial. Todo acto, íntimamente amoroso, requiere del verbo, precisa vocalización, hay que obtener de tu amante un SI que no deje lugar a dudas, que asiente moralmente: aprobación, deseo y consentimiento.
Todos somos expertos haciendo el amor, pero ¡por favor!
si en ese momento de entrega, de íntima unión -para no pecar de abusador- es preciso que pregunte a mi amada
-Mi vida, aceptas que hagamos el amor.
Es como si Adán se comiese la manzana y Eva la serpiente.
Para mi, no sé si para Doña Carmen, se rompe el encanto, la magia del momento, se gramatiza el encantador silencio requerido por ambos, en fin, sobran las palabras y deben enmudecen los hechos.
Mi querida Esposa, voló hace tres años al Cielo. Conste que si, actualmente viviese, yo -como Nemesio- la echaría mi brazo sobre sus hombros y si ella no me dijese
-Hoy también quieres......
Yo, seguiría acercándo su cuerpo hacia el mío, su silencio era el SÍ deseado.
Jamás se me ocurriría pedirla el SI ministerial máxime si veo que su cuerpo busca el amor en el mío.
BUENAS NOCHES, MAMÁ.
https://www.youtube.com/watch?v=Rwa8J20Dx9E
Ayer, un desorientado vencejo, querida Esposa, de nuevo me trajo tu inolvidable recuerdo.
En estos días Ávila y el frontero Jardín del Recreo, es un chirriar ensordecedor de "aviones negros", un batir de puntiagudas alas, a 150 kilómetros hora y un sobrevolar nuestro edificio, donde nidificar en un canalón o un protegido saliente cerámico.
Tú, amor, - tan campera - cuando un vencejo, golpeaba nuestros cristales y caía al suelo de nuestra terraza, ya sin poder elevar el vuelo. Acudías a mi, presurosa, para que te librase de la presencia del para ti, negro y repelente volador.
Tan volador, que toda su vida la dedica a navegar, duerme volando y sólo posa sus atrofiadas patitas, para formar su nido con plumas, pajas y su propia saliva. A la puesta del Sol se elevan a 2000 metros de altura y allí, volando, pasa la noche, hasta la salida del Astro Rey.
Durante el sueño reducen su aleteo de 10 a 7 segundos.
Buscando nido, penetraban en el reducido patio al que da la terraza de nuestra cocina. Las menores dimensiones del patio, muy suficientes para un infante, eran mínimas para un animal volador.
Círculo tras circulo, perdían altura, se fatigaban y no lograban alcanzar el amplio vano retejado, por el que habían entrado.
En rápida circunvalación, golpeaban su plumaje contra persianas o cristales de ventanas, con tal fuerza, que lesionaban su plumaje y su redonda cabecita. El golpe, les hacía caer aturdidos sobre el enlosado de las terrazas.
Estos genios del vuelo, tienen sus patitas atrofiadas, lo que les impide remontar de nuevo, su despegue volador.
Todos los años, tras su llegada desde África, era frecuente la invasión de nuestro patio interior de estas saetas voladoras. Nuestra terraza, debía tener - mediados - Julio, para ellos especial atractivo, pues nuestros cristales, era golpeados por sus angulares alas timoneras y nuestras baldosas trocadas en pistas de emergencia para "aviones" en nerviosas contracciones y haciendo sonar su chirriante sirena. A la par pista y sanatorio.
Era entonces, cuando tu mi querida Esposa: nerviosa, trémula y hasta temerosa, acudías a mi Despacho...
-Papá, papá, tenemos un pájaro en la terraza. Cógelo, quítamelo de ahí, que no puedo tender la ropa.
Yo me revestía con cara de valiente, con gesto de salvador.... tomaba una bayeta y al segundo o tercer intento, tenía bajo la apretada palma de mi mano al invasor aéreo.
Con aire triunfador, recorría con mi pendón en la mano, el campo de las Navas de Tolosa (el hall, el salón,) abría la balconera del enorme patio central, extendía la palma de la mano y el impedido "avión", salía disparado con un despegue potentísimo, hacia el Jardín del Recreo.
Ayer, otro desorientado vencejo repitió el accidente aéreo y el posterior levante de vuelo hacia el cielo.
Él, estará esta noche, volando muy alto. Mamá, más cerca de ti que yo. La Historia los Hechos, se repiten, pero me faltaba en la escena un actor, para mi el principal.
Ese actor eras tu Mamá. Dios te llevó a dormir en lo Alto, despierta de vez en cuando, para ayudarme en mi dolorosa soledad pero sigue volando, no ceses en tu aleteo.
BUENAS NOCHES, MAMÁ.
Desde el día en que contemplé la imagen superior, quede prendado de su encanto, sorprendido por la multitud de sentimientos expresados en una simple imagen. La profundidad y la sincera entrega de los dos actores, ambos protagonistas en primer plano, sobre todo lo demás que no pasa y sólo alcanza lo secundario.
En esta entregada escena, la figura del abuelo: serena, callada, natural, parece entregar a su nieto una bolsa - estemos al día, no de plástico - que creo y quisiera adivinar cargada de "chuches". Que el lector, la llene de "gusanitos", gominolas, o malvaviscos.
Una bolsa de chuches - para un nieto - es una cosa muy seria: es un tesoro a degustar, es una propiedad a compartir y un obsequio, de alguien muy querido, en este caso, su abuelo.
Pese a la seriedad infantil, la manita que se hunde en la bolsa, ocupa todo el diámetro de entrada. Son los dedos infantiles, quienes a ciegas, eligen el azucarado cubo a llevar a una boquita, que ya está húmeda del líquido deseo a engullir.
Pero la manita, el gesto de rebuscar dulces, no tiene comparación y hasta parece congelado, ante el calor sentimental de esa infantil carita, de esa entregada mirada y de esos envidiables labios, que: se estiran, se curvan, se elevan e imantan hacia la arrugada y amada faz de su abuelo.
Toda la infantil potencia de un futuro hombre: serena, pausada y lenta, se vuelca, se acerca, se inmediata hacia la cara de quien, ya sólo es experiencia y amor hacia los suyos.
La inocente imagen infantil, porta con sencillez y naturalidad una total entrega hacia el padre de sus progenitores. Ningún clásico pincel, ha sabido plasmar esa angelical entrega en célebre lienzo. Es que los angelitos nunca han sido nietos.
Al finalizar nuestra vida, cargada de: trabajos, desvelos y amores, uno puede marcharse alegre y tranquilo, si disfruta con la sencillez de un beso lacrado, amorosamente, en el repleto sobre de nuestra vida por nuestro nieto.
Bien pagados todos los hechos de una larga vida, todos los amores, miles de desvelos, cientos de preocupaciones, cuando son cerrados con un beso de algo nuestro, de nuestro nieto.
BUENAS NOCHES, MAMÁ.
Evangelio según san Marcos (10,1316)
En aquel tiempo, le acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban.
Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él.»
Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.
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