Ayer, un desorientado vencejo, querida Esposa, de nuevo me trajo tu inolvidable recuerdo.
En estos días Ávila y el frontero Jardín del Recreo, es un chirriar ensordecedor de "aviones negros", un batir de puntiagudas alas, a 150 kilómetros hora y un sobrevolar nuestro edificio, donde nidificar en un canalón o un protegido saliente cerámico.
Tú, amor, - tan campera - cuando un vencejo, golpeaba nuestros cristales y caía al suelo de nuestra terraza, ya sin poder elevar el vuelo. Acudías a mi, presurosa, para que te librase de la presencia del para ti, negro y repelente volador.
Tan volador, que toda su vida la dedica a navegar, duerme volando y sólo posa sus atrofiadas patitas, para formar su nido con plumas, pajas y su propia saliva. A la puesta del Sol se elevan a 2000 metros de altura y allí, volando, pasa la noche, hasta la salida del Astro Rey.
Durante el sueño reducen su aleteo de 10 a 7 segundos.
Buscando nido, penetraban en el reducido patio al que da la terraza de nuestra cocina. Las menores dimensiones del patio, muy suficientes para un infante, eran mínimas para un animal volador.
Círculo tras circulo, perdían altura, se fatigaban y no lograban alcanzar el amplio vano retejado, por el que habían entrado.
En rápida circunvalación, golpeaban su plumaje contra persianas o cristales de ventanas, con tal fuerza, que lesionaban su plumaje y su redonda cabecita. El golpe, les hacía caer aturdidos sobre el enlosado de las terrazas.
Estos genios del vuelo, tienen sus patitas atrofiadas, lo que les impide remontar de nuevo, su despegue volador.
Todos los años, tras su llegada desde África, era frecuente la invasión de nuestro patio interior de estas saetas voladoras. Nuestra terraza, debía tener - mediados - Julio, para ellos especial atractivo, pues nuestros cristales, era golpeados por sus angulares alas timoneras y nuestras baldosas trocadas en pistas de emergencia para "aviones" en nerviosas contracciones y haciendo sonar su chirriante sirena. A la par pista y sanatorio.
Era entonces, cuando tu mi querida Esposa: nerviosa, trémula y hasta temerosa, acudías a mi Despacho...
-Papá, papá, tenemos un pájaro en la terraza. Cógelo, quítamelo de ahí, que no puedo tender la ropa.
Yo me revestía con cara de valiente, con gesto de salvador.... tomaba una bayeta y al segundo o tercer intento, tenía bajo la apretada palma de mi mano al invasor aéreo.
Con aire triunfador, recorría con mi pendón en la mano, el campo de las Navas de Tolosa (el hall, el salón,) abría la balconera del enorme patio central, extendía la palma de la mano y el impedido "avión", salía disparado con un despegue potentísimo, hacia el Jardín del Recreo.
Ayer, otro desorientado vencejo repitió el accidente aéreo y el posterior levante de vuelo hacia el cielo.
Él, estará esta noche, volando muy alto. Mamá, más cerca de ti que yo. La Historia los Hechos, se repiten, pero me faltaba en la escena un actor, para mi el principal.
Ese actor eras tu Mamá. Dios te llevó a dormir en lo Alto, despierta de vez en cuando, para ayudarme en mi dolorosa soledad pero sigue volando, no ceses en tu aleteo.
BUENAS NOCHES, MAMÁ.
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