Desde el día en que contemplé la imagen superior, quede prendado de su encanto, sorprendido por la multitud de sentimientos expresados en una simple imagen. La profundidad y la sincera entrega de los dos actores, ambos protagonistas en primer plano, sobre todo lo demás que no pasa y sólo alcanza lo secundario.
En esta entregada escena, la figura del abuelo: serena, callada, natural, parece entregar a su nieto una bolsa - estemos al día, no de plástico - que creo y quisiera adivinar cargada de "chuches". Que el lector, la llene de "gusanitos", gominolas, o malvaviscos.
Una bolsa de chuches - para un nieto - es una cosa muy seria: es un tesoro a degustar, es una propiedad a compartir y un obsequio, de alguien muy querido, en este caso, su abuelo.
Pese a la seriedad infantil, la manita que se hunde en la bolsa, ocupa todo el diámetro de entrada. Son los dedos infantiles, quienes a ciegas, eligen el azucarado cubo a llevar a una boquita, que ya está húmeda del líquido deseo a engullir.
Pero la manita, el gesto de rebuscar dulces, no tiene comparación y hasta parece congelado, ante el calor sentimental de esa infantil carita, de esa entregada mirada y de esos envidiables labios, que: se estiran, se curvan, se elevan e imantan hacia la arrugada y amada faz de su abuelo.
Toda la infantil potencia de un futuro hombre: serena, pausada y lenta, se vuelca, se acerca, se inmediata hacia la cara de quien, ya sólo es experiencia y amor hacia los suyos.
La inocente imagen infantil, porta con sencillez y naturalidad una total entrega hacia el padre de sus progenitores. Ningún clásico pincel, ha sabido plasmar esa angelical entrega en célebre lienzo. Es que los angelitos nunca han sido nietos.
Al finalizar nuestra vida, cargada de: trabajos, desvelos y amores, uno puede marcharse alegre y tranquilo, si disfruta con la sencillez de un beso lacrado, amorosamente, en el repleto sobre de nuestra vida por nuestro nieto.
Bien pagados todos los hechos de una larga vida, todos los amores, miles de desvelos, cientos de preocupaciones, cuando son cerrados con un beso de algo nuestro, de nuestro nieto.
BUENAS NOCHES, MAMÁ.
Evangelio según san Marcos (10,1316)
En aquel tiempo, le acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban.
Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él.»
Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.
https://www.youtube.com/watch?v=yplgzIYtLNk
No hay comentarios:
Publicar un comentario