jueves, 16 de noviembre de 2017

EL 28 A LAS 8,32



      Pedí cita para una extracción de sangre, tuve suerte, me dieron el número 28 y de hora aproximada las 8,32. Me agradó el número y la hora, pues según mis cálculos, me ubicaba hacia la mitad de los pendientes de extracción. No madrugaba mucho y terminaba pronto.

      Llegó el día del pinchazo, subí a la primera planta del Ambulatorio Estación, esperaba encontrarme totalmente ocupados los asientos de las tres filas de espera. -Cosa rara, me dije, la sala estaba casi vacía y eran las 8,28. O los ausentes, tenía una salud de hierro y  eran  cuarenta, ya que sólo diez pacientes, penábamos por algún mal y a la espera de entrar en la sala, con la manga de la camisa recogida sobre el bíceps braquial.

      Miento, de los diez presentes, unos ocho ya habían sufrido la extracción de sangre, pues se afanaban en apretar la gasa sobre la piel de su brazo, para contener la leve hemorragia del pinchazo.

      Tres recién llegados me preguntaron si el orden de espera era por número o por llamada. Iba a sacarles de dudas, cuando una enfermera -amable ella,  me mandó pasar. La entregué mi recipiente conteniendo parte de mi micción mañanera y pegó sobre él la etiqueta con el código identificativo.

      Frente a mi ,una fila de blancas mesas, ocupadas por una cinco enfermeras, esperaban el inicio de la extracción. Deben sentarse por orden de autoridad, ya que la primera de ellas -debió de verme con cara de inocente cordero - elevó su brazo y me indicó con suficiencia ocupase la mesa situada al final de la fila.

     Ocupé mi silla, deposité mi chaquetón sobre mis rodillas, apoye mi brazo sobre la mesa, apreté el puño para facilitar la extracción y...¡horror!, un flebotomista, con cara de incipiente juventud, ornada de lentes y aire de novato empollón en estas lides, me lio la goma haciendo torniquete sobre mi antebrazo.

      Con  razón, expuse antes, que la colocación de las enfermeras en la sala de extracciones me parecía por orden de autoridad o experiencia. Claro, muy claro, el recién titulado, arropado en una bata impecable, el novato flebotomista me lo habían maliciosamente otorgado para que practicase.

      Doble gasa humedecida en alcohol, frotamiento del ara objeto del pinchazo. -Sentirá un pinchazo. Me dijo el debutante.

      Yo no sentí nada y eso que la punzante aguja tomaba rumbo norte, tampoco sentí nada cuando la aguja tomaba rumbo noroeste...y la sangre sin enrojecer el tubo. La aguja suavemente buscó rumbo noreste....nada y yo sin sentir el pinchazo, es como si el inocente aguijón nadase bajo mi piel plácidamente, sin molestarme y si lograr  penetrar la dura pared de una vena.

      Desde crio he tenido enorme afición por el Ángel de la Guarda. Hasta le veo sin querer. Esta vez apareció con una bata blanca tras de mi, con cara de angelical enfermera, tomó el acero al joven debutante, pinchó...y bendito sea Dios por fin sentí el pinchazo contra la pared de mi venilla. El rojo fluido, lleno los vasos de muestra, apreté la doble gasa sobre un rojo puntito y salí a sentarme fuera de la sala, tras dar las gracias a la enfermera y desear prácticas de tiro y afinar la puntería al novato.

      En medio de mis deseos de sentir el pinchazo me he alegrado de haber actuado de conejillo de Indias a beneficio de los siguientes pacientes a quienes deriven hacia la última mesa.

     Dolor?...ninguno, Nervios...tampoco, tras mi largo historial de Donante de Sangre, lo expuesto es una nimiedad. Sólo siento que las medicinas de mi tratamiento me impidan donar sangre A sub 1 negativo a quien la necesite, máxime tras haber contemplado las numerosas bolsas de sangre, que intentaron salvar a mi Esposa antes de fallecer.

      Deseo una feliz profesión a mi flebotomista del día 14/11/2017. Si el del número 28  a las 8,32 horas.



BUENAS NOCHES, MAMÁ.

https://www.youtube.com/watch?v=7uypeySgj6o
 

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