miércoles, 18 de enero de 2017

CUANDO LA LLAMAS ¡MAMA!.


En mis años de soltero, visitaba con frecuencia el hogar de unos amigos. Él, Fernando, compañero de clase en el Colegio El Salvador, ella, como yo, aficionados a las asignaturas de Letras y con cara de pocos amigos hacia las Matemáticas. Por ello, coincidimos en las clases particulares de Don Luis, en la calle Cervantes. 

Don Luis a la par que liaba, uno tras otro, los cigarrillos de "picado" e inundaba de humo la habitación, creaba ante su negra pizarra una neblina que ocultaba la aridez del teorema de Pitágoras hasta hacerle atrayente - tras el ahumado de Don Luis. La niebla, era mucho mas densa que la del óleo de Carlos de Haes en los picos de Liébana.

 Entre la densa niebla del cigarro de Don Luis, en un  respiro de luz y sol, conocí a Isabelita.

 Isabelita y Fernando se licenciaron, se casaron, y sumaron al censo mundial un par de gemelos preciosos, a los que me encantaba mecer sobre mis rodillas.


En aquellas visitas me llamaba la atención la forma en que Fernando llamaba a Isabelita. Siempre la denominaba MAMÁ, nunca ISABELITA.
-Mamá, acercame el biberón.
-Enciende la Luz, mamá.

Hoy, tras vivir junto a mi media naranja 49 años, me suena raro nombrar o dirigirme a mi esposa, por su nombre. ¿Cómo cambiamos de solteros a casados?.

Sin querer - y queriéndola mucho  -lo natural, lo lógico, lo inefable - remedando a mi amigo Fernando - es denominarla MAMÁ.

Mamá, es un apelativo cariñoso infantil, designativo de la mujer que dio luz al chiquitín. Ese sería el concepto adjetivado de la palabra Madre.
Toda regla, conlleva una excepción; en este caso vestida de la singularidad amorosa con la que el Padre se dirige a la Madre de su hijo

La riqueza de nuestra Lengua, no sólo atiende al significado extricto del sujeto receptivo de la acción verbal. Es más, recoge su expresión: distendida, informal y coloquial. Cuando Fernando o yo, nos dirigimos a Isabelita y Justa, con el informal Mamá, estamos utilizando, sin ningún derecho familiar, un sustantivo femenino que pertenece a nuestros hijos. Por amor, por familiaridad, atentamos contra la propiedad gramatical de nuestros queridos pequeños; nos apropiamos - usando ese sustantivo cargado de afecto, indebidamente -. Ejercemos una acción verbal que pertenece a un sujeto, pequeñín y distinto.

En tiempos actuales, de crecimiento de las agresiones de género, es de agradecer en el esposo, la apropiación del sustantivo MAMÁ, casi casi adjetivo, por la carga amorosa que conlleva.

Si en la clase de Don Luis, Isabelita traspasaba con sus ojos la niebla del tabaco, para divisar la suma de los cuadrados de los catetos; hoy -en su casa - el amor hacia ella de Fernando, envuelve en un cálido vaho la hipotenusa al cuadrado del triángulo familiar.

Si, mama. Desde que te fuiste a tu estrella. Desde que ando solo por los
pasillos de nuestro hogar, de lo más hondo de mi pecho - no lo lanzo, me sale sin querer -  un Mamá, robado a nuestros hijos. Hasta, verguenza me da decirlo, se me escapa un suplicante Yaya - robado a nuestros nietos - cargado de amor y preñado de temor al solitario futuro.

Y es que las esposas, esencialmente sois madres y como madres ejercéis vuestros quehaceres, vuestros amores, vuestros cuidados, con dedicación maternal; no sólo hacia vuestros hijos, sino hacia todos los miembros familiares. Os elegimos como mujeres. Os recordamos y queremos como esposas y como propias madres.  

Por el humo se sabe donde está el fuego. Del amor y el cariño perdura la llama que a ti, mi esposa, con el calor de antaño y el frío presente, mi pecho quema y me hace llamarte MAMA.

BUENAS NOCHES. MAMÁ.

https://www.youtube.com/watch?v=qD-R4skpzgk

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