Querida esposa mía. Aquí me tienes, en el ribazo del arroyo naciente, al pie de nuestra cascada, aquella de cariñosas aguas, que nacían y se despeñaban juntas, desde lo alto del torrente en que decidimos saltar juntos a la Vida.
Aquí estoy, provisto de mi batea, mi cedazo y mi imán, como un novato buscador de oro, batiendo la arenisca por si: entre el cuarzo, el sílice o la calcita, logro vislumbrar el recuerdo de una dorada pepita, pequeño recuerdo, de nuestra común vida.
Así llevo dos años, disfrutando la áurea pepita de nuestra convivencia pasada. Disfrutando el amor vivido y llorando el calor perdido.
Soy rico en batear rubias pepitas, afortunado en recuerdos. Soy pobre en llamarte y no verte, en requerirte y no oírte. A veces, ante tus silencios, ante tu opaca y nula respuesta, me temo la inexistencia de un mañana para dos, de un más allá, preparado a despachar dos localidades - juntas - en una eterna sesión contínua.
Siempre he tenido reparo a entrar en las redes sociales y entablar una amistad en Páginas de Citas en las que, ante mi soledad, ante los silencios, me aporte un consejo, una desinteresada ayuda, un pensamiento femenino, por femenino: delicado, atento y casi maternal.
Entré en ese arroyo, el de las Citas, sin cambiarme, con mi atuendo de buscador de oro. Encontré, jovencitas apremiantes de relacionarse con un anciano. No les importaba la diferencia de edad. Aquello no era una pepita de oro, era plateado... feldespato.
Encontré historias dolorosas, como la de cambiar los libros de texto por las labores de casada en el hogar, verse abandonada por el alcohol y madre de dos niños. Resolver sola su problema. Superado todo, colaborar en una ONG y enamorarse de un compañero, con el que no puede casarse por oponerse los hijos.
En esa búsqueda del oro, he tenido que imitar a Elena Francis, aconsejando a personas, más necesitadas de ayuda que yo, y que ocultaban su foto, para no ser reconocidas en su petición de consejo.
Lo más entrañable para mi, fue encontrar a Blanca, una mujer que se adentró en mi problema de soledad, al leer alguno de mis blogs. Entendió mi amor tan entregado, hacia mi esposa fallecida. Por un instante, empatizó con mis tristes amaneceres, mis desfallecimientos al anochecer; se imaginó mi abandono a mi suerte y - preocupada por mi -me levantaba el ánimo con sus mensajes.
Este buscador de oro, al agitar la arenisca en su batea, logró una pepita de oro que le animó a seguir caminando, a escapar de su encierro hogareño, a relacionarse con sus congéneres.
Aquella pepita de oro, esa mujer animosa, fue mi Elena Francis. Animosa y exigente. Su dedicación, su consejo, su ánimo puso su condición imperiosa. Relación sí y siempre amistosa. Tras releer mis blogs a mi Señora, Blanca, supo y me dijo, que nunca la desplazaría de mi corazón.
Conste aquí mi agradecimiento a Blanca que, con sus mensajes, me rescató del amenazante huracán de la soledad y del tifón del desamparo , en el oscuro océano por el que navegué, tras tu marcha al Cielo, mi Vida.
Este incipiente novato, en las temidas Páginas de Citas ha hallado desusados encuentros a los que renunciar. Lacerantes situaciones a las que aconsejar, y lo más importante, lo que me ha salvado de perecer: una franca, limpia, sincera y caritativa amistad. Me alegro de haber escrito y recibido mensajes en una, por otros denostada, Página de Citas.
BUENAS NOCHES, MAMÁ.
https://www.youtube.com/watch?v=tXodL-oQGws
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