Han sido tantos años, muchos, de rodar el asfalto con mi compañera. De visitar y callejear hermosas ciudades. De subir con ella las curvas de tantos puertos, de tomar un refresco en los altos y descender, hacia el lugar elegido, sin mareos, para pasar el verano familiarmente unidos.
Tras la copiloto, nuestros dos niños, hacia quienes cada corto trecho, volvía su maternal rostro. Con ellos contemplábamos, al pie de nuestro automóvil: el rugir del Cantábrico, el entregar aguas al Atlántico de las Rías o el reflectante sol de las aguas en el sereno Mediterráneo.
Los días pasaron a ser años, nuestros pequeños -casi hombres - se aferraron a sus propios volantes y nuestra familiar casa de cuatro ruedas, rodó para siempre con este piloto y la copiloto de sus amores.
Hay malas lenguas, que cuentan de los hombres, tener una inclinación especial hacia su automóvil. Tanta y tan comparable como a la de su esposa.
Actualmente ya no es mi caso. Mi automóvil ha perdido su mayor encanto: la compañía de la copiloto.
Sólo le aprecio y le retengo por un escondido deseo, es quien me sube, cuando lo deseo, a visitar el nicho de mi Esposa. Ocho kilómetros de subida y otros tantos de bajada; conduciendo en solitario y envidiando al contrario, con quien me cruzo y veo bien acompañado de su esposa. Insana envidia.
Si no fuese por ese corto y cariñoso kilometraje, me sentiría libre de : revisiones, impuestos de circulación, cuotas de seguros, y garaje.
A todo hay quien gane, mejor dicho "pierda". Unas semanas después de la intervención quirúrgica de la mi copiloto, operaron en seria intervención a un querido, viejo amigo y vecino. Además de amigo, de mi misma edad, un extraordinario instalador de electricidad en el impredecible aumento de la nueva vivienda.
Tres años ha tardado en dejar el asiento de piloto de su vehículo. Para él, se acabaron los pagos de : garaje y demás bagatelas con que la Administración nos ratea.
Me pongo - con pesar - en el lugar de su Esposa e Hijos que han perdido a un gran luchador, a un familiar conductor que llevó, dio vida, y abrazó nietos en los asientos de su vehículo.
Curiosidades de la Vida. En mi primera vivienda, sita en la calle Esteban Domingo de Ávila, precisé arreglar una persiana, Al retirar la tapa del capialzado, en el dorso, suscrito con lapicero estaba la firma de Pedro Pascual. Él se nos ha ido, allí quedará su firma por un montón de años.
Yo, peno por la ausencia de la mi copiloto, Carmen, cuando baje de la nube de este fatal día, se la humedecerán los ojos al contemplar vacio el asiento de su querido piloto.
Tiene que ser muy doloroso para una copiloto, perder a su conductor.
Dios nos ayude a todos, a quienes circulan por celestes carreteras y a quienes todavía rodamos por éstas.
BUENAS NOCHES MAMÁ,
BUENAS NOCHES PEDRO.
Con la música de un genio abulense.
https://www.youtube.com/watch?v=YXyqPDU0_fM
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