martes, 23 de octubre de 2018

TORNADIZOS, MI TREN Y ELLOS.


Cuando a mi trabajo acudo,
tren mítico de las seis y media;
en la fría y oscura noche,
marinando el hielo, parpadean,
 frías e insensibles, 
atrevidas y eternas, 
de mis muertos, las estrellas.

El tren arranca.
 Por la ventana,
 las luces de Ávila pasan.
Ya en Rivilla,
 sus destellos, me dejan, se retrasan.

Dan entrada a la oscuridad,
 al pórtico negro, misterioso,
 que en la Venta de las Doce y Media, 
inicia el somonte encinoso, que calla
y hace barbacana con la Muralla.

La luna, en lo alto,
 cada curva juguetea.
Se va...viene,
 se marcha y llega.
Salta desde El Gansino,
 vuela a las Doce y Media.

El albor del día, tímido asoma,
dorando los raíles de Guimorcondo,
desde los altos de Valderrosa,
pergeñando en oro,
 las traviesas del contorno.

Dos, cuatro,seis, lucecitas asoman,
candilejas entre tanta negrura,
testigos nocturnos de vida:
muda, acallada, muerta y apagada.
Pegada, más que abrazada,
a la rural y mortal espesura.

Dos, cuatro, seis lucecitas palpitan.
Según las cuento se me clavan.
Según las miro, se me escapan,
pues con ellas, mi alma se queda,
mientras mi tren
- el de las seis y media -
prosigue, se marcha.

Lucecitas de Tornadizos,
mi tren parar quisiera,
frente a la Casa de la Era, 
junto a los Agualinos;
clavar allí mi destino,
hasta terminar - viejo y cansado -
las torpes pisadas de mi camino.

El camino, la senda de mis ausentes
que por él, me habéis adelantado
y sólo Dios sabe, cuando he de alcanzaros.

El tren y mis muertos,
¿Por qué, tan cerca estáis.?
Cuánto el tren os gustaba,
 cuánto con él disfrutabais
en cada viaje familiar.

Creo, que por ello,
aún dormidos,
sentís de los carriles el ruido
y volvéis vuestro sin mirar
cariñosamente -
a quienes aún podemos viajar.

Dos, cuatro, seis lucecitas asoman,
hasta el amanecer encendidas;
tímidas y atrayentes, sobre la loma;
cual faros para mi barco,
navegando entre las sombras
hacia vuestro alto Camposanto.

Gracias, lucecitas fieles,
cada madrugada os deseo
rememorando el pasado 
de familiares y amigos, que se marcharon.

Godo, Carmen y Milagros,
mi amada Justa, mi querido Álvaro.
El amigable Rosino, el compañero Garzón
y mi cuñado Cirilo
quien a su ganado bautizaba
con adecuados adjetivos:
"Tontorrona" y peciosos sustantivos
"Nadiuska."

Recuerdo a Serafín,
eterno alcalde sin fin,
dotador de aguas al Pueblo
para que Juanito
desde el caño pregonase
"El agua golpeada, es oro puro
a la herrada"

Como olvidarse de Santiago,
tertuliano ilustrado
que a los puntos de derechas.
sabiamente remataba
 con la coma de las izquierdas.

Inolvidable abuelo Eulalio,
incansable Pablo el de Espeluca,
nombre de raiz celta,
repetido en cuevas de Jaén
ganadero y hombre de bien.

Todavía cree uno encontrarse a Guille.
Entras a tomar un café,
Ya no es en el "Salero"
Tampoco en la "Serapia"
todavía impone su torre "La Giralda"
o el sempiterno "Bar de la Plaza."
Son tantos los amigos,
que a tomar el café faltan.

Sería interminable
la lista de gente amable
con la que hemos compartido
vida, café y cigarrillos.

Moruecos, sois gente buena,
por ello quiero
que cuando mi tren pare,
suba despacio, pausado,
"de la Pililla pa arriba"
para descansar en el andén,
 junto a mi hijo y esposa,
y alli, con ellos y vosotros, por siempre duerma.

En tanto, mi tren sube Peña Parda,
salta la Charcona, cruza Blascomoro.
La luna, con la curva juguetea,
pegada al Cervunal,
se va a Cernuño, vuelve de Aldihuela.

Mi vida, con la vía, dobla Lagartera,
pero mi alma - raíles atrás -
ya en Valdelavía,
con vosotros, mis muertos,
cada día, vuelve y se queda.

Con vosotros, vuestras lucecitas y vuestras estrellas.


BUENAS NOCHES, MAMÁ.


https://www.youtube.com/watch?v=pHL_Es7IaUs




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