domingo, 5 de febrero de 2017

MI ZAMARRAMALA.


SANTA AGUEDA.  LUCA GIORDANO.
Hoy, la localidad segoviana de Zamarramala está en fiestas. Su fiesta más popular y con ecos de universalidad.

 Bueno, mejor dicho, está de fiesta en esa localidad el género femenino, todas las guapas: niñas, mozas, y amas de casa; hasta las muy entradas en años, se han adornado con su festivo traje regional, para escoltar a su "alcaldesa" en la recepción del bastón de mando del municipio.

Hoy, afortunadamente y con sana frecuencia, disfrutamos y gozamos de bellas portadoras femeninas de la varita y poder municipal.

 Era un tostón en muchas localidades, que elección tras elección, aguantásemos el discurso, para la toma de posesión del tío Pacomio, Regidor a perpetuidad.

Eran otros tiempos. Tiempos en los que los hombres vociferaban: -La mujer en la casa y con la pata quebrada.
-Las mujeres juntas. Ni difuntas.

Por lo dicho, surgía, no sólo la devoción, mas bien la afiliación al partido de las Águedas. Al menos, un día, el 5 de febrero, las Águedas eran simbólicamente dueñas de alcaldías en localidades: castellanas, aragonesas y vascas. Un día de festividad matriarcal. 

Poquito a poco, paso a paso, y felizmente ya. - Lo que el diablo no puede, lógranlo las mujeres. 
Napoleón decía: Las batallas contra las mujeres, son las únicas que se ganan huyendo.

Nunca, llegas a tasar, en su fiel valor, lo que nuestras Águedas nos entregan. Su en casa y su pierna quebrada.


Hoy, muy cerca de cumplirse dos años del fallecimiento de mi Águeda. 

Hoy, tras la soledad en mi Zamarramala luctuosa, tras verme perdido entre los tabiques de lo que fue un hogar compartido, he llegado a valorar, a apreciar, lo que una Águeda te puede aportar.

Recuerdo, hoy especialmente, nuestras visitas a Segovia, nuestra bajada a la Fuensanta y desde allí tomar el camino hacia Zamarramala, para contemplar la preciosidad del templo de la Veracruz, sobre cuya  -según la leyenda del caballero de Malta- ningún grajo ya vuela, y desde su explanada admirar la afilada silueta del Alcázar. 

Mi querida segoviana, mi amada Águeda. Aquí estoy, sin ti, en casa y con la pata quebrada. Echando de menos tu cálida compañía. Dando por perdido, lo antiguamente ganado y disfrutado. Ganado y disfrutado que veo, ya muy lejano, al sentirme sólo y sin mi Águeda al lado.

Existen muy hondas razones, para el patronazgo de las vírgenes y mártires cristianas. Profundas y basadas en los atributos arrebatados a cada santa en su martirio.

Lucía, también siciliana, de Siracusa, perdió sus bellos ojos por mantenerse virgen y fiel a Cristo. Águeda, de Catania, perdió sus pechos por idéntica razón.

Para todo ser humano, sin distinción de género, los senos, las mamas de la mujer, encierran un hondo significado atrayente: maternidad, mimo, cuidado, protección, entrega, especialmente hacía el niño. Por ello, Águeda y sus degolladas mamas, son un atributo que confiere a la mujer la potestad de, gracias a ella, henchid la Tierra y creced. 

Mi casa, sin mi Águeda de Ituero, es la de un casado en Zamarramala tal día como hoy: solo, triste, cansino, sin su querida Alcaldesa. No se marchó de fiesta, no, me la arrebató el sino, el sanguinario emperador de hoy, el cáncer.
Mi Águeda quiero Volver a Verte. Quiero ser regido de nuevo por ti.


BUENAS NOCHES, MI ALCALDESA.  

https://www.youtube.com/watch?v=49J2ligvnoA

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