miércoles, 22 de marzo de 2017

EL GOL DEL HONOR.

Mi querida niña. Ahora, resulta que de la prolongación de nuestro amor, la cigüeña que depositó a nuestro nieto en neonatos del Hospital Sonsoles, nos regaló con el ADN, la información genética, transmitida desde nuestros ancestros, para el desarrollo del chiquitín. El regalo, ahora a los seis años, a la vista está, fue el gen del goleador.

Revisando la genealogía y hasta la "heráldica" de nuestros humildes antepasados, no encuentro un solo "roel" (un solo círculo, un balón) sobre campo de gules, en fondo rojo ni ,mucho menos, en campo verde.

Ni un Garcimartín, ni un Lombraña, que destacase o hiciese sombra a los hermanos Lesmes, a Puskas, a Jacinto Quincoces, o galopase como Francisco Gento. Nada de fútbol: guarnicioneros, labradores, artesanos, educadores, eso sí, pero calzar botas de tacos sobre el césped, na de na.

Sólo recuerdo desde mis 10 a 14 años mis "paraditas" de arquero, entre los pilares de la vieja pérgola en mi colegio "El Salvador" en Valladolid. Aún recuerdo más; a la salida del "cole", bajo el cedro del Líbano que, desde 1880, brindaba sombra a la Plaza de San Pablo. 

Allí, regateábamos nuestra pelota, liada esféricamente, con periódicos y rematada con forro de trapo. Un avance, un regate, un tiro... hasta que -retrasados- salíamos corriendo hacia casa, temiendo la regañina por regresar tarde.

Mi nieto, me tiene asombrado. Tras su asistencia al colegio, almuerza a las 14,30 en sus casa. A las 16 horas practica fútbol bajo la experiencia de antiguos jugadores; a las 18 horas, corre como un gamo, raqueta en mano, el reducido espacio de la pista del padel a las órdenes de "Fernan" su "profe".

 Casi todos sus tíos y abuelos, son unos forofos del fútbol; eso sí, forofos como espectadores en la grada, en el Bernabeu o ante la "Tele". ¿Practicantes?... ja, ja, ja, sin toque, sin regate, sin formación física, de prominente estómago y autores de unos puntazos al balón, elevadores del verde césped a la visera de tribuna.

Lo encantador de nuestro federado nieto, son los partidos domingueros en Naturávila. Salta al terreno de juego entusiasmado. Para mí es el mejor jugador de un equipo de duendecillos que, partido tras partido, almacenan goleadas en su contra abultadísimas. Ocho uno, seis dos, siete uno. Lo admirable de este equipo, es su valía en aceptar la derrota. Nunca cunde el pánico, todo lo contrario. Tras una seria derrota, vuelven a la semana siguiente, para saltar jubilosos al césped.

¿Cual es su secreto?. ¿Cual la causa de su gallardía?. Trabajo me costó averiguarlo. Estos "alevines", son felices marcando el gol del honor. Son 11 soldados, dignos de los Tercios de Flandes. Son gente de HONOR con mayúsculas. 

Y es mi nieto, el imparable, el nervioso, quien además tiene muy mal perder, quien disfruta marcando los tantos salvadores del honor y la honrilla. Tras introducir el balón en la red, abre los brazos, patina sobre el césped y lanza su grito de guerra apache. Estos pequeños principiantes, se están ganando la admiración de sus aficionados y hasta de los padres y abuelos del equipo contrario. Unos y otros, todos, aplauden y animan a los chiquitines del gol del honor, portadores de largas camisas para su corta talla.


Esto, no es Mallorca, aquí no hay peleas en las gradas ni invasiones de Campo -vencedores y vencidos-  jugadores, padres y abuelos, no discuten, no pelean; estos "peques", sólo quieren jugar para ganar o para salir del Campo con honor. Con siete tantos son felices y con el gol del honor unos figuras.

BUENAS NOCHES, MAMÁ.

https://www.youtube.com/watch?v=g6S50z-jeCQ

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