Si diésemos la vuelta al Mundo, si en cada nación, al terminar la visita preguntásemos al receptor que nos ha acogido y brindado hospitalidad lo siguiente: - ¿ Donde le gustaría vivir siempre ?.
La pregunta ha sido hecha por aventureros y viajeros. La respuesta, siempre ha sido la misma. Cada individuo prefiere su tierra natal para morar toda su vida en ella. Sus desérticas dunas le marcan huellas que el viento borra. Al lapón le privan sus perros, trineos y el albor de su nieve. El argentino es feliz con su pampa y el porteño con sus tangos. El vasco, se confunde e identifica, matriarcalmente, entre el verde paisaje de sus caseríos, sus vaguadas y serpenteantes caminos. Los brasileros, unidos felizmente en la fabela y y ritmicamente sincopados por su samba y carnaval.
Todo ser humano ama entrañablemente su terruño, sus congéneres, su vegetación, su desierto, la larga estepa o el verdor de su trópico. La respuesta es única como la canción a México lindo: - Viviría siempre aquí, y si muero que me traigan aquí.
Es universal ese amor al terruño.
No obstante, cuando el amor entre enamorados, fue naciente al principio, creciente a lo largo de los años y entrañable hasta más allá de la despedida terrenal, la persona amada se suelda, se une indestructible, al terruño, a tu paisaje nativo. Como si en la línea de tu horizonte vital, divisases el Cerro Hervero, la Paramera y la nieve blanca y pura de la Esposa que voló al cielo. Si, la guadarrameña Mujer Muerta.
Borrada la Mujer Muerta del horizonte vital, el solitario amante, no se reconoce hijo de un terreno, de un paisaje, en el que cerros y vaguadas, muestran y luego tapan; duelen por mostrar y te abajan al valle de la soledad. De tan querido paisaje, todo se ha difuminado, sólo consideras tuyo, propio y sagrado palada de tierra que sus cenizas abrazaron.
BUENAS NOCHES, MAMÁ.
https://www.youtube.com/watch?v=xinsRqyy4-Y
La pregunta ha sido hecha por aventureros y viajeros. La respuesta, siempre ha sido la misma. Cada individuo prefiere su tierra natal para morar toda su vida en ella. Sus desérticas dunas le marcan huellas que el viento borra. Al lapón le privan sus perros, trineos y el albor de su nieve. El argentino es feliz con su pampa y el porteño con sus tangos. El vasco, se confunde e identifica, matriarcalmente, entre el verde paisaje de sus caseríos, sus vaguadas y serpenteantes caminos. Los brasileros, unidos felizmente en la fabela y y ritmicamente sincopados por su samba y carnaval.
Todo ser humano ama entrañablemente su terruño, sus congéneres, su vegetación, su desierto, la larga estepa o el verdor de su trópico. La respuesta es única como la canción a México lindo: - Viviría siempre aquí, y si muero que me traigan aquí.
Es universal ese amor al terruño.
No obstante, cuando el amor entre enamorados, fue naciente al principio, creciente a lo largo de los años y entrañable hasta más allá de la despedida terrenal, la persona amada se suelda, se une indestructible, al terruño, a tu paisaje nativo. Como si en la línea de tu horizonte vital, divisases el Cerro Hervero, la Paramera y la nieve blanca y pura de la Esposa que voló al cielo. Si, la guadarrameña Mujer Muerta.
Borrada la Mujer Muerta del horizonte vital, el solitario amante, no se reconoce hijo de un terreno, de un paisaje, en el que cerros y vaguadas, muestran y luego tapan; duelen por mostrar y te abajan al valle de la soledad. De tan querido paisaje, todo se ha difuminado, sólo consideras tuyo, propio y sagrado palada de tierra que sus cenizas abrazaron.
Mi casa, ya no es mi casa,
mi pueblo, sólo un recuerdo.
Faltan vidas, sobran sueños,
cuando mi alrededor contemplo.
Qué ha sido de mi vida,
de nuestros jóvenes sueños.
Mi lecho, ya no es mi lecho
y en mi mesa sobran asientos.
Mi calle, ya no es mi calle,
ni sus portales o aceras.
Ahora, la subo solo,
cuando tu y yo
siempre, la bajamos
cogidos del talle.
Sin ti, mi tierra no es mía,
por nacimiento, amada
por compartida, querida.
Sin ti,
la beso y está fría.
ALDEA DE LOMBRAÑA. (CANTABRIA). |
https://www.youtube.com/watch?v=xinsRqyy4-Y
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