Si Ávila descendió muchos peldaños en su importancia ciudadana, los bajó, demasiado aprisa, tras la expulsión de los Judíos en 1492.
En mi infancia, siempre me imaginaba un judío con la faz estrecha, poblado su rostro de ensartada barba, con una bolsa en la mano, repleta de maravedíes y tras una mesa que le separaba de un modesto agricultor, solicitante de un adelanto a su cosecha.
Nada más lejos de la realidad, de los hechos sucedidos y por ellos padecidos.
Ávila pudo contar con habitantes judíos, mucho antes de la Repoblación de Raimundo de Borgoña, y sí con la dominación romana.
Recordamos la viñeta del Judío, en mi blog sobre el Románico, dedicado al cenotafio de San Vicente. Leyenda del siglo VII o realidad del siglo IV. El Judio, profanador de los Mártires, terminó cariñosamente sepultado cabe el cenotafio de San Vicente y sus Hermanas.
En 1290, Ávila era la tercera Aljama de Castilla por las cien familias judías que aquí residían.
En la muralla, frontera a los Jardines de San Vicente, la premura constructiva y defensiva, asentaba sobre las piedras: cistas romanas, moldes pétreos de tuberías de plomo, verracos vettones y hasta inscripciones funerarias hebreas. - "Aquí yace Isaac. Que su alma esté guardada en la bolsa de la Vida".
Los sefardíes, veteranos en la díáspora, curtidos en los cambios de vecindad, no deseaban bienes raíces, eran perpetuos inquilinos de sus modestas viviendas. En Ávila, la mayoría vivían de alquiler en las numerosas casas propiedad del Cabildo Catedralicio.
No se ocupaban en menesteres del Campo. Eran artesanos: curtidores, orfebres, zapateros, médicos y sastres. Coincide que el baldaquino del Cenotafio de San Vicente, fue obra de un judío.
La Mesta, la Trashumancia, la Carretería y su Cañada, constituían una fuerte demanda que estos artesanos satisfacían.
Las Tenerías, oficio corriente de los musulmanes, en Ávila estaba atendida por los judíos. Excavaciones recientes, las han aflorado junto a la Ermita de San Segundo, a orillas del río Adaja. Poco a poco, se están restaurando y protegiendo para, en el futuro, abrirlas al turismo.
Fiscalmente contribuían con sus tributos a la Tesorería Real, superando a veces las aportaciones de cristianos o mudéjares.
Contaban con sus sinagogas: la del Pocillo, la de Belforad, la del Lomo.
En mi infancia, siempre me imaginaba un judío con la faz estrecha, poblado su rostro de ensartada barba, con una bolsa en la mano, repleta de maravedíes y tras una mesa que le separaba de un modesto agricultor, solicitante de un adelanto a su cosecha.
Nada más lejos de la realidad, de los hechos sucedidos y por ellos padecidos.
Ávila pudo contar con habitantes judíos, mucho antes de la Repoblación de Raimundo de Borgoña, y sí con la dominación romana.
Recordamos la viñeta del Judío, en mi blog sobre el Románico, dedicado al cenotafio de San Vicente. Leyenda del siglo VII o realidad del siglo IV. El Judio, profanador de los Mártires, terminó cariñosamente sepultado cabe el cenotafio de San Vicente y sus Hermanas.
En 1290, Ávila era la tercera Aljama de Castilla por las cien familias judías que aquí residían.
En la muralla, frontera a los Jardines de San Vicente, la premura constructiva y defensiva, asentaba sobre las piedras: cistas romanas, moldes pétreos de tuberías de plomo, verracos vettones y hasta inscripciones funerarias hebreas. - "Aquí yace Isaac. Que su alma esté guardada en la bolsa de la Vida".
Los sefardíes, veteranos en la díáspora, curtidos en los cambios de vecindad, no deseaban bienes raíces, eran perpetuos inquilinos de sus modestas viviendas. En Ávila, la mayoría vivían de alquiler en las numerosas casas propiedad del Cabildo Catedralicio.
No se ocupaban en menesteres del Campo. Eran artesanos: curtidores, orfebres, zapateros, médicos y sastres. Coincide que el baldaquino del Cenotafio de San Vicente, fue obra de un judío.
La Mesta, la Trashumancia, la Carretería y su Cañada, constituían una fuerte demanda que estos artesanos satisfacían.
Las Tenerías, oficio corriente de los musulmanes, en Ávila estaba atendida por los judíos. Excavaciones recientes, las han aflorado junto a la Ermita de San Segundo, a orillas del río Adaja. Poco a poco, se están restaurando y protegiendo para, en el futuro, abrirlas al turismo.
Fiscalmente contribuían con sus tributos a la Tesorería Real, superando a veces las aportaciones de cristianos o mudéjares.
Contaban con sus sinagogas: la del Pocillo, la de Belforad, la del Lomo.
SINAGOGA DEL POCILLO |
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