1570 AVILA VISTA POR ANTON VAN DEN WYNGAERDE.
En la vista precedente de Ávila, por el dibujante flamenco, asentado en Madrid como pintor de Felipe II, se observa perfectamente lo abigarrado del Arrabal del Puente. Ante el puente romano, el molino de La Antigua, sobre él la Ermita de San Lázaro. Al lado opuesto, un desordenado enjambre de viviendas y talleres artesanos, preceden a la ermita de San Segundo, anteriormente puesta en advocación a San Sebastián.
Callejas estrechas a la luenga, paralelas al río, para evitar la pronunciada pendiente.
Hace unos años, afortunadamente, se han mostrado a lo actual, las Tenerías Judías. Filas alineadas de seculares recipientes donde se curtían las pieles.
En esta soleada zona, iluminada por el Saliente y Poniente, se lavaban las pieles con agua y sal. Se las despojaba de la sal con agua y cal.
Se las estiraba o estaqueaba en rústicos marcos de madera, siempre a la sombra; tras ello, se las apilaba en mazos prensados para su estiramiento.
Se las despojaba de su cubierta de pelo o vellón y allí, aguardaban su remojo, en las pilas circulares contenedoras de agua caliente y una proporción de tanino. Baja proporción en las pilas iniciales y alta en las finales.
Curtida la piel se la engrasaba para hacerla dúctil. Tras ello, se las apilaba, al sol, una con otra, separadas por una capa de serrín que absorbía el exceso de grasa.
Algunas pieles eran teñidas en diversos colores. El Tanino, agente de unión entre polímeros, ademas de dotar a la piel de la propiedad imputrescible, engrosaba su espesor; el colágeno unía las proteínas, formaba fibras y daba tersura y firmeza al cuero.
El Tanino era fácil de obtener: cortezas de pino y roble, cáscaras de castañas, hollejo de uvas. Todo ello se cocía a fuerte temperatura para obtener la esencia curtiente.
Tuvo que contar el Arrabal con un molino bateador. Se necesitaban diez kilos de lana para lograr una manta. Existió en San Esteban una denominada "Cofradía de Carda y Peine". Primero el vellón, la Rueca y el Huso, tras él, el Telar. En el molino bateador, la prenda era despojada de los restos de óleo portados por el hilo de lana. Humedecida la prenda era golpeada en el Batán para: unirla apelmazarla y darla consistencia.
El Arrabal de El Puente era un emporio de actividad, un desordenado urbanismo, un centro de malos olores, tan maloliente que, posteriormente, se decidió sacar de la Ermita los restos de San Segundo y subirlos a la Catedral.
Allí quedó, la pobrecita Santa Paula Barbada en tan fétido ambiente. Hasta entre los Santos, hay categorías. El tiempo lo arregla todo. Santa Paula, reside actualmente, entre límpidas aguas, viejos molinos y la encantadora Torrecilla del Palomar.
El Arrabal, es un vestigio histórico de alto valor turístico hoy. Ayer lo fue de una industriosa dedicación de nuestros hermanos y convecinos judíos.
Mamá, tu familia tuvo molino en Ituero y Lama. Para tí, con mis
soledades y recuerdos, con todo mi cariño, esta jota segoviana.
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