domingo, 9 de abril de 2017

MIS DOLOROSAS.

La Dolorosa de Gregorio Fernández, ha sido siempre -desde mi infancia - la imagen de María por mi preferida. En mi adolescencia vestí el hábito de la cofradía de la Santa Vera Cruz, procesionando a la Dolorosa más bella, jamas esculpida.

Bajo el terciopelo de mi capirote, bajo el verde manto de mi hábito penitencial, me sentía enamorado y fuertemente unido, a lo que nuestra Dolorosa pregonaba con su "estar" y su "manifestar". Su "pose" y su actitud, su rostro, el rictus de su boca, su fija y elevada mirada, pregonaban un profundo dolor contenido, una profunda pena que te movía a empatizar con Ella.

Pese a mis cortos años de entonces, el lucense de Sarria, con su escultura magistral, grabó en mi mente, en mi sentir y afecto, una seria y profunda devoción a lo expresado en su talla virginal.

Me atrae, ese rictus que contrae sus labios y muestra, someramente, su perfecta dentadura, expresando el intenso dolor que la embarga y que, maternalmente, contiene huyendo de su coprotagonismo, para cederlo al nacido de su vientre.

Enternecedora, esa solícita lágrima brotante de su párpado. Resbaló sobre su mejilla y se asentó, acuosa, empapando su tez.

Su mirada, todo un poema trágico. Pupilas elevadas sobre el globo ocular, casi escondidas bajo el párpado superior, fijando, clavando su iris, en la mirada de su amor crucificado.

Mi amada Esposa, mi querida Justa. Siempre alegre, continuamente entregada a los tuyos y muy especialmente a tus hijos. Fatalmente, un 30 de Junio de 1996, tu hijo Álvaro, a punto de cumplir 23 años, falleció por un accidente de tráfico.

Desde esa fecha, tu sonrisa desapareció; el rictus de tu preciosa boca, se contrajo para exhalar - bajo tus nacarados dientes -  el profundo dolor que te embargaba. Tus ojos se llenaron de lágrimas.

Tus pupilas, con el inmenso poder de tu fortaleza materna, se levantaron hacia el Cielo, donde el fruto de tu vientre moraba.

Tu figura, tu talla, parecía una nueva obra del lucense de Sarria. Como si Gregorio, hubiese labrado una nueva Dolorosa, burilando un recio y alto pino segoviano

Este antiguo cofrade de la Santa Vera Cruz, empatizó con sus dos Dolorosas. Se entregó en cuerpo y alma, especialmente, a la que atesoraba en su casa, a ti mi amada niña segoviana.

Todos los Viernes de Dolores, un cofrade dotado de una preciosa voz, entonaba la Plegaría de los Tres Amores. Los años no perdonan y supongo al apreciado tenor, entonando la plegaria en un coro muy alto y bajo una bóveda celestial.

Para él.
Para mis dos Dolorosas.
La Plegaria de los Tres Amores. Para mí, Mamá, hoy, son cuatro.

BUENAS NOCHES, MAMÁ.

https://www.youtube.com/watch?v=f3INiTKfXUg


No hay comentarios:

Publicar un comentario