lunes, 6 de junio de 2016

CUMBRE DEL ROMÁNICO. (II)

Volvamos a la Basílica de San Vicente, frente a la puerta en la muralla del mismo nombre y dedicación. 

Entramos por la puerta de Poniente, escoltada por los doce apóstoles. 

En su tímpano, la piedra nos muestra la escena de la parábola sobre el rico Epulón y el pobre Lázaro.

Nos adentramos en el templo y nos dirigimos a contemplar el lateral sur del Cenotafio de San Vicente y sus hermanas.

Frente al cenotafio, en el suelo, la huella de la mula que transportó el cadáver de San Pedro de El Barco hasta esta basílica. El sepulcro del ermitaño barcense, la inscripción que señala el enterramiento del judío arrepentido de sus burlas hacia los Mártires y constructor del primer templo a Vicente y sus hermanas. 



Nuevamente, dos escenas separadas y, a la vez, agrupadas por la supresión de una columna helicoide, sustituida por una jamba pétrea que une la escena del despojo de vestiduras a los Mártires y la escena
de su tormento.

Vicente y Sabina son arrastrados por sus cabellos a la sala de torturas. Cristeta, es despojada de su túnica por un verdugo. Tres figuras estilizadas, primorosamente talladas por el autor, quien se vuelca con delicadeza mostrando la desnudez de los cuerpos. Dicha delicadeza, contrasta con la indiferencia de los verdugos y su insistente
demostración de fuerza, acrecida en la talla de sus cotas de malla. 

Bárbaramente azotados, orden del irascible Pretor, fueron torturados en el potro. Sujetos por el cuello con una horquilla inmovilizadora, manos y pies en el cepo aprionador del aspa martirizadora

Descoyuntaron sus huesos entre las alabanzas que los Mártires proferían a su Redentor. 

Siempre me ha impresionada la serena mirada de Sabina y Cristeta, sus españoles ojos, parecen inexpresivos, más bien estoicos. Bellos ojos de mujer ibérica, oferentes hacia su Dios. Ojos, cual un mar
sereno, en entrega total a su Protector.


Esta valiente postura, encorajino a Daciano.  Dispuso que sus cráneos fuesen machacados, con gruesas piedras, entre maderos; que sus cuerpos fuesen arrojados a la oquedad del berrocal para pasto de las aves carroñeras.

La tradición, cuenta que mientras se cumplían las órdenes de Daciano, por allí en escena, interviene un judío, mofándose de los Santos Mártires a los que increpaba y afeaba su confesión cristiana.

Los ángeles, se llevan al Cielo las almas de los tres hermanos, en una blanca barca de lienzo. 


El judío, despidió a los verdugos y permaneció largo tiempo, solo con la finalidad de seguir sermoneando a los cuerpos, ya sin vida, de los Santos.

Quizás, esperaba contemplar como los buitres desgarrasen los cuerpos.


Los buitres, no aparecieron; si se alzó, sobre el judío, una enorme serpiente, procedente de una hura, donde tenía su madriguera, entre el berrocal.

Se enroscó sobre el  cuerpo del sionista, hasta casi asfixiarle.


Entendió el hebreo que el letal abrazo del ofidio, era un divino castigo a su mal proceder.

Arrepentido, suplicó a Vicente y sus hermanas le ayudasen en tan mal trance. Prometioles edificar un sencillo templo donde guardar sus cuerpos y venerarles.

En está última escena aparece el convertido semita, sellando los sepulcros de Vicente, Sabina y Cristeta.

BUENAS NOCHES, MAMÁ.

A tu mirada española y la de Sabina y Cristeta, esta bella canción.






https://www.youtube.com/watch?v=TjOvH8pE1ek


Varias imágenes están tomadas desde Google. En respeto al derecho de sus autores, anularé las que  se me notifiquen como uso indebido. Gracias.








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