domingo, 12 de junio de 2016

EL ARCO NUNCA DUERME.

Mamá, cientos de veces, acompañado por ti, hemos asistido juntos a la Basílica de San Vicente, para conmemorar, cristianamente,  los decesos de los nuestros.

Cientos de veces, a tu vera, he elevado hacia las bóvedas del templo mis ojos. 

Siempre me maravillaba el cambio sorprendente del románico, dominante hasta el triforio, por el naciente gótico de las bóvedas.

Y es que, como tú, ligera de sueños, un arco nunca duerme. Siempre sigue trabajando. Tras siglos, sigue empujando desde la piedra clave, a través de las dovelas, sus toneladas de fuerza hacia los machones. 

Éstos, contienen el empuje y con su contraposición, logran el necesario equilibrio que precisa la fábrica constructiva.

Para mi, creo que la estable belleza de estas nervaduras, formadoras de la bóveda de crucería es obra del Maestro Giral Fruchel.

Me atrae el alto final de la columna románica. Justo allí, la columna forma un capitel al que, oblicuamente se adosan - a ambos lados - dos bases o ménsulas, que dan pie o estribo, al inicio de los arcos ojivales.

Los vanos, entre arcos - la plementería - está solada por la piedra rojiza de las canteras de La Colilla, logrando un dorado ambiente - más que eclesiástico, monacal -. Sobre la plementería  la argamasa de cal y ceniza de, aproximadamente, unos  doce centímetros

Hoy, existen farragosos cálculos constructivos para atrevidas estructuras arquitectónicas.

 En aquella época, era la experiencia del Maestro quien en base a la medida de luces ( distancia entre pilares ) adecuaba los machones precisos para sostener y equilibrar el empuje del arco.

Experiencia, basada en la observación de obras similares que resultaron equilibradas y en obras sin equilibrar, que provocaron el desplome.

Las dovelas tienen forma de trapecio isósceles. Sus caras paralelas tienen distintas longitudes: más larga la superior, menos longitud en la inferior. 

Sobre una cimbra de madera se van colocando una tras otra lateralmente. La dovela superior es la piedra clave. Se las fragua con la argamasa y, tras - a veces, años - se retira la cimbra sostenedora. Desde la dovela clave, se transmite al resto de dovelas la fuerza, el empuje del arco, hasta las dovelas basales. Allí, es donde los machones o estribos contienen el empuje del arco y se logra el preciso equilibrio.

En la siguiente imagen, exterior de la Basílica, - sobre la cubierta - se aprecian los contrafuertes que ascienden, laterales a las ventanas de luces, soportantes del empuje de sus arcos pro-góticos.

Fruchel, logró el equilibrio de la bóveda sin aplicar arbotantes.

Pero el arco no duerme, el paso del tiempo, la fuerza de las ojivas -despierta tras siglos - su insomnio, obligó en la cara norte, a añadir desentonantes contrafuertes de granito gris.

Y es que el cemento romano: ceniza + cal, la mayoría de las veces es eterno, incluso bajo el líquido elemento. Más duradero, más resistente, menos contaminante que el Portland actual. 

Contrafuertes, pilares, plementería, se nos muestran, a la vista con la piedra labrada y lisa. Interiormente, cantos informes cubiertos de la argamasa romana, siguen fraguando, por los siglos, para la posteridad.

BUENAS NOCHES, MAMÁ. MI BELLA DESVELADA.


https://www.youtube.com/watch?v=-u-w9n2QFtI

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