jueves, 16 de junio de 2016

CUMBRE DEL ROMÁNICO. ( IV )

Mamá, aunque estemos, ahora, muy lejos, tú y yo, siempre juntos. Virtualmente, toma mi brazo y demos un paseo - bien acompañados - de nuestros asiduos lectores, hasta la puerta de la Basílica de San Vicente, puerta que dice adiós al Sol, cada atardecer.


El románico, en su parte baja, cimenta la ilusión de hermanar el arte bizantino, dominante en la parte superior. La piedra grisácea del pórtico bajo, sirve de sostén al rosáceo orientalista. Aciertos en cascada, sólo superados por el Maestro Mateo en el Pórtico de la Gloria Compostelano.

La Basílica, fuera de la muralla, todavía guarda aires de fortaleza. Los huecos de sus ventanales están cerrados. Darían luz a su interior, pero - tapiados - daban seguridad y defensa al templo, que a la vez de encerrar sacros tesoros, era sepulcro de: Santos, Nobles e Hidalgos.

Cada linaje abulense, tenía su casa solariega, adosada a la puerta correspondiente en la muralla. Era primordial la defensa.

Las torres de la Basílica  y su defensa, fueron encomendadas a los linajes de Palomeque y  Orejón quienes habitaban la parte alta de éstas o precedentes torres defensivas. 

Como en  Compostela, aquí el visitante, se siente peregrino ante el magno atrio que contempla. No se siente extraño, se entrega, ante la portada, sabiéndose recibido y formando parte, casi actor, en un escenario imanante. Su cámara, una y  otra vez, busca inmortalizar en imágenes lo contemplado, lo sentido y lo vivido.



Cinco arquivoltas, casi labor de platero en piedra, van ganando en talla y trabajo desde el exterior al interior; la tercera - muy dañada - con delicados calados. La arquivolta interior del abocinado arco muestra orientales figuras de gran movimiento, parecen luchar por librarse de la vegetación que las aprisiona



Sobre las arquivoltas, una rica cenefa, larga y estrecha, ricamente tallada con figuras humanas  bajo dosel , da paso a la tribuna superior, como limitando el románico occidental para separarlo del rosáceo sabor oriental, dominante de la parte superior.

El Tímpano de la Puerta Occidental  una singularidad. Normalmente el tímpano es base para una alegoría que rellena, escultoricamente, los límites de su arcada.

 Dos arcos, de extraordinario naturalismo, nos muestran en forma sencilla y docente, dos pasajes de vidas paralelas y distintas, la del rico Epulón - hombre dado a los banquetes y una vida regalada - y la del pobre Lázaro cubierto de llagas.

A la izquierda, Epulón en su palacio y mesa. A la puerta, Lázaro a quien lamen los perros sus llagas.

A la derecha, la muerte de ambos. Epulón, velado por amigos y plañideras. Lázaro, solo en su lecho de muerte. Sobre él, ángeles con alas ascendentes, elevan al cielo su pobre, ya rica, alma.

En esta segunda escena, el autor separa con una raya en relieve, las acciones paralelas y divergentes, señal divisoria de su moralidad enseñante. Siempre el atrio de los templos fue aula docente para el pueblo cristiano. 

Los costados,bajo el tímpano, son toda una apología del Magisterio de la Iglesia. Bajo rico capitel, haciendo parteluz, la figura del Redentor, sedente y en actitud enseñante. 

En las jambas, san Pedro y San Pablo, sedentes también y mirando al mainel.

Ocupando toda la longitud del fuste, ocho apóstoles dialogan, entre si dos a dos, como hieráticas cariátides.  

Descansan sobre los capiteles de ocho columnas, en función de basas para las figuras. Faltan las figuras de dos apóstoles. 

Tan docente, tan enseñante, tan magisterial, esta Portada, da pie a bromear con los dos apóstoles ausentes. Castigados, sin salir al recreo.



Elevamos la mirada hacia lo alto. Ocho arcos hacen bóveda a la tribuna superior descansando sobre otros  cuatro; éstos cegados en labor defensiva. 

El arco frontero, en funciones de rosetón, entrega raudales de luz - a la puesta de sol - tan certeramente calculado - que ilumina toda la capilla mayor. Al contemplar esta tribuna uno cree hallarse en territorio bizantino. 


A lo largo de la Historia, los peregrinos, del Camino a Santiago desde Levante, bajaban desde Tornadizos de Ávila a nuestra ciudad, para proseguir por La Moraña hasta Benavente. Allí se unían a los romeros que subían por la Vía de la Plata hacia Compostela.

Todos visitaban esta Basílica, lugar obligatorio con el templo a Santiago, lleno de conchas en sus muros y centro donde se armaban caballeros los devotos al Apóstol Compostelano.

En San Vicente, sus ojos, disfrutaban de un anticipo al Pórtico de la Gloria. Por ello, cierro este blog con el Himno al Apóstol Santiago.


BUENAS NOCHES, MAMÁ.



https://www.youtube.com/watch?v=idNOftp1RHs   

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