Querida esposa.
Hoy, me he encontrado en el garaje con nuestros vecinos del tercer piso, Esther y su esposo. Cordiales, como siempre, me animaban a recordar nuestros buenos momentos.
Con el afecto que se merecen les dije.
-Todos nuestros momentos, fueron buenos y por buenos, hoy duelen más.-
Hoy, a ratos, nuestros recuerdos, por breves momentos, estuvieron en segundo plano, a causa del desgraciado suceso ocurrido en Navia (Asturias). Suceso que ha venido a ocupar un lugar en mi recámara de las tristezas.
Hugo, sólo tenía 20 mesecitos, nacido en Perú, viajó con sus padres hasta Asturias hace tres semanas, para que su abuelo le conociese y disfrutase del angelito. Para que le abrazase, besase y mimase.
El abuelo, Hugo y su padre, viajaron hasta Navia. Como los meteorólogos anunciaron, las isobaras se dibujaban cercanas, casi juntas, presagio de fuertes rachas de viento, anuncio de factible galerna.
La curiosidad de los naviegos, acercó muchas personas a las orillas del Cantábrico. Nuestro familiar trío, también pisó, con cautela, las humedecidas arenas. Ante la peligrosidad del embravecido oleaje buscaron otro lugar. El abuelo, tomó en brazos a Hugo y partieron hacia el otro tramo de la playa, dividida en dos, por un rocoso y rectilíneo berrocal, caminando por un estrecho y humedecido sendero. Entonces, la amenazante galerna, elevó hasta más de nueve metros una asesina ola.
El furor asesino, derribó a los tres al suelo y en su despiadado regreso se llevó a Hugo, nuestro angelito, hasta las profundidades de su averno.
El padre, por dos veces, intentó lanzarse hacia las enfurecidas olas. Afortunadamente, se lo impidieron.
Nunca podremos calar hasta lo más hondo, el embargo emocional, del padre y abuelo, el intenso dolor, el maldito pesar, la propia indignación por sentirse reos y culpables; por ellos mismos juzgada y sentenciada. Nunca, admitirán disculpas. Ellos mismos, exculparan al Mar y se confesarán, interiormente, autores del hecho, cuando fue la Galerna, causa y autora principal de su desgracia.
Dicen, que quienes hemos tenido la desgracia de perder a nuestros seres queridos, somos extremadamente sensibles a los infortunios de otros. Creo llevan razón. Este trágico suceso, los niños ahogados en Lesbos, cualquier suceso luctuoso infantil, me entristece, me arrima a quienes se duelen por tan dolorosas e inocentes pérdidas.
Pasará un tiempo, pero los minutos, horas y años, no borrarán nunca el dolor ni el sueño de haber visto crecer a Hugo junto a los suyos.
Pasará un tiempo... quizás el abuelo se atreva a posar sus tristes ojos sobre el azul Cantábrico. ¿Lo odiará?. Quisiera sentarme a su lado con mis penas, con mis recuerdos. Los malos tragos, compartidos, los del "yayo" cántabro y los míos, castellanos, acercan al consuelo.
MAMÁ, ALLÍ EN TU ESTRELLA, ABRAZA AL PEQUEÑO HUGO, DALE EL CARIÑO Y EL ABRAZO QUE, A SU PERUANA MADRE, UNA OLA LE ROBÓ.
ABUELO, UN FUERTE ABRAZO, QUE VOLVAMOS A VER A LOS NUESTROS.
MAMÁ, HUGO. BUENAS NOCHES.
https://www.youtube.com/watch?v=TJ2ZhkNyPl0
Hoy, me he encontrado en el garaje con nuestros vecinos del tercer piso, Esther y su esposo. Cordiales, como siempre, me animaban a recordar nuestros buenos momentos.
Con el afecto que se merecen les dije.
-Todos nuestros momentos, fueron buenos y por buenos, hoy duelen más.-
Hoy, a ratos, nuestros recuerdos, por breves momentos, estuvieron en segundo plano, a causa del desgraciado suceso ocurrido en Navia (Asturias). Suceso que ha venido a ocupar un lugar en mi recámara de las tristezas.
Hugo, sólo tenía 20 mesecitos, nacido en Perú, viajó con sus padres hasta Asturias hace tres semanas, para que su abuelo le conociese y disfrutase del angelito. Para que le abrazase, besase y mimase.
El abuelo, Hugo y su padre, viajaron hasta Navia. Como los meteorólogos anunciaron, las isobaras se dibujaban cercanas, casi juntas, presagio de fuertes rachas de viento, anuncio de factible galerna.
La curiosidad de los naviegos, acercó muchas personas a las orillas del Cantábrico. Nuestro familiar trío, también pisó, con cautela, las humedecidas arenas. Ante la peligrosidad del embravecido oleaje buscaron otro lugar. El abuelo, tomó en brazos a Hugo y partieron hacia el otro tramo de la playa, dividida en dos, por un rocoso y rectilíneo berrocal, caminando por un estrecho y humedecido sendero. Entonces, la amenazante galerna, elevó hasta más de nueve metros una asesina ola.
El furor asesino, derribó a los tres al suelo y en su despiadado regreso se llevó a Hugo, nuestro angelito, hasta las profundidades de su averno.
El padre, por dos veces, intentó lanzarse hacia las enfurecidas olas. Afortunadamente, se lo impidieron.
Nunca podremos calar hasta lo más hondo, el embargo emocional, del padre y abuelo, el intenso dolor, el maldito pesar, la propia indignación por sentirse reos y culpables; por ellos mismos juzgada y sentenciada. Nunca, admitirán disculpas. Ellos mismos, exculparan al Mar y se confesarán, interiormente, autores del hecho, cuando fue la Galerna, causa y autora principal de su desgracia.
Dicen, que quienes hemos tenido la desgracia de perder a nuestros seres queridos, somos extremadamente sensibles a los infortunios de otros. Creo llevan razón. Este trágico suceso, los niños ahogados en Lesbos, cualquier suceso luctuoso infantil, me entristece, me arrima a quienes se duelen por tan dolorosas e inocentes pérdidas.
Pasará un tiempo, pero los minutos, horas y años, no borrarán nunca el dolor ni el sueño de haber visto crecer a Hugo junto a los suyos.
Pasará un tiempo... quizás el abuelo se atreva a posar sus tristes ojos sobre el azul Cantábrico. ¿Lo odiará?. Quisiera sentarme a su lado con mis penas, con mis recuerdos. Los malos tragos, compartidos, los del "yayo" cántabro y los míos, castellanos, acercan al consuelo.
MAMÁ, ALLÍ EN TU ESTRELLA, ABRAZA AL PEQUEÑO HUGO, DALE EL CARIÑO Y EL ABRAZO QUE, A SU PERUANA MADRE, UNA OLA LE ROBÓ.
ABUELO, UN FUERTE ABRAZO, QUE VOLVAMOS A VER A LOS NUESTROS.
MAMÁ, HUGO. BUENAS NOCHES.
https://www.youtube.com/watch?v=TJ2ZhkNyPl0
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