Mi siempre querida esposa.
Dentro de unos días, el 28, un año que volaste al cielo. Para nosotros, sin saberlo, el matrimonio fue nuestro más preciado sacramento. Una vez más, este solitario bloguista, aguantando como puede, te dedica una particular entrada, una deuda que debo a un gran abmusqueño, un activo emprendedor, mi abuelo Victoriano. Si no hubiese fallecido, seguro estoy, Amusco, contaría con la más importante empresa de calzado en España.
Si por la estrella que habitas, te cruzas con un vejete hiperactivo, gran bigote en su faz, sombrero de ala ancha, trajeado a la moderna, reloj de bolsillo con plateada cadena y rodeado de su esposa y sus siete hijos, no lo dudes, dales un fuerte abrazo, son mis abuelos, mi padre, mis tíos y tías.
En aquellos años de mi niñez, sí aquellos de los parches Sor Virginia, los fomentos de calor húmedo, o el horror descongestionante de colocarte sobre el pecho una moneda, sobre ella un algodón impregnado en alcohol, ...-No te muevas, quieto-, cerilla encendida, fuego al algodón y rápidamente, vasito de cristal sobre el engendro. La piel infantil del tórax, a causa del vacío generado, se elevaba y ascendía dentro del vaso. Así nos ahuecaban la congestión respiratoria a los infantes de antaño... La causa de este suplicio era una pulmonía que me afectó seriamente. Y la cigüeña portadora de Alexander Fleming sin aparecer por Escocia. Remedio y receta: -El niño debe pasar una temporada en un lugar, sano, seco y sin polución-.
Reunido el Consejo Familiar, tras debate, se apuntan dos soluciones, dos localidades encantadoras de Tierra de Campos: ¿Cisneros o Amusco?
Mira por donde, este futuro amante del hecho histórico, fue a dar con sus pulmones en Amusco. Vieja cabeza administrativa y defensiva de una mancomunidad de poblaciones, favorecida con fueros propios y cuna de nuestro gran poeta y guerrero Gómez Manrique.
Con mis pocos años, subí ilusionado al tren, aquel tren de carbón y vapor, que partía en dos la llanura e inundaba el azul celeste de densas nubes de negra carbonilla. !Ah!, y como era pequeño, no pagaba billete. No recuerdo la edad límite para eximirse del pago. Rememoro ahora y me veo retratado, anticipado, a mi actual nieto Darío, comunicativos, abiertos ambos. Fue aparecer el Interventor de RENFE, en nuestro vagón, uniformado de azul, con su gorra ribeteada de dorados, toda una autoridad para mi mente infantil.
Antes de que iniciase el consabido requerimiento: -¿Billetes, por favor?-
me apeé del asiento, le dirigí una picarona mirada y con toda naturalidad le espeté -Yo, sólo tengo tantos años-. Todos, incluso el Interventor, rieron mi anticipada intervención. Hoy, cuando releo la imagen en mi mente, me digo: -Igualito que mi abierto y franco Darío-.
Mi estancia en Amusco, ha sido siempre un grato recuerdo para mi. Nunca me sentí forastero, me integré o me integraron los abmusqueños como un vecinillo mas. Hoy he mirado y remirado en Google, cada calle, cada edificio, siguen vivos pero adecuadamente revalorizados. La parroquia a San Pedro, su barroco retablo, su sacristía, su órgano neoclásico, su coro, su espadaña, donde subí para acompañar a los volteadores de campanas. Su precioso Ayuntamiento, la Sinagoga lindera al obrador de dulces de mi querido tío Constantino.
En verdad, las imágenes que más me han emocionado, han sido la del edificio de la Escuela, donde acudí en mi estancia. Recuerdo la valía de su Maestro, la enciclopedia de Álvarez y un cuento o narración inolvidable que hoy describo a mis nietos. "Un campesino hacia el Mercado, olvida su bolsa -con el dinero- junto a la fuente. Su perro le advierte con ladridos. El campesino teme el ataque del can, le cree poseído por la rabia y le hiere...
De vuelta hacia su casa, cabe la fuente, encuentra a su perro, moribundo, apoyando con sus patas delanteras la bolsa y defendiendo -hasta el final- los bienes de su amo."
Recuerdo con enorme cariño a mi tía María, con su casa junto al brocal del pozo; en su gloria calentaba mis pies y charlaba con los suyos. El baile del abuelo, entonces ya en desuso. El camino entre bodegas hacia la ermita de la Virgen de las Fuentes. El cementerio amparado por la románica ermita.
Desde la estación de RENFE, hacia la localidad, una larga fuente donde, entonces, siempre estaban apilados al sol, miles de adobes. Nuestra visita a las fiestas de Támara, sus danzantes.
La calleja estrecha que baja entre el Ayuntamiento y la Sinagoga era parada obligatoria. Allí, veía rebajar los cascos de las cabalgaduras, contemplaba herrarlas, todo un espectáculo para un "chiguito" de ciudad.
Mi abuelo, se empeñó en que llevase su nombre -Victoriano- y lo consiguió. Mis hermanas, dicen que para mí, su preferido, eran los mejores regalos.
Adelantado a su tiempo, su taller de zapatería llenaba de pares los mercados y ferias de Tierra de Campos. He visto hombres con pies imposibles de calzar. Sin problemas, sus artesanos, sus hijos lograban zapatos o botas, a medida, para quienes padecían un defecto en sus miembros inferiores. Todo un emprendedor, adaptado al mercado de entonces, adquiriendo las materias primas en los lugares de origen y dotado de un equipo, su familia, envidiable.
Mi mas cariñoso a Amusco, entrañable localidad donde residí unos meses. Mi agradecimiento a aquellos compañeros de Escuela y de juegos que me "ajuntaron" y me consideraron hijo de Amusco.
Para mi abuelo, las circunstancias de la vida le apretaron: su hijo Nino, impedido, su hija sordomuda, pero les educó en los mejores centros especialistas.
En 1942, a mis siete años, me llevó en Valladolid, a nuestra plaza de toros; se despedía Marcial Lalanda. Mi abuelo, no podía faltar y su nieto preferido, tampoco. Él, disfrutó del acontecimiento, su nieto se inundó de pena por la muerte de los toros. No he vuelto a pisar un ruedo taurino. Lo siento, abuelo.
Eso, sí, el pasodoble "Marcial, eres el más grande" te lo dedico.
Gracias, ABUELO: grande y con mayúsculas.
MAMÁ, BUENAS NOCHES.
TÚ, COMO EL ABUELO, AFICIONADA.
https://www.youtube.com/watch?v=t32cOW-ww1o
Dentro de unos días, el 28, un año que volaste al cielo. Para nosotros, sin saberlo, el matrimonio fue nuestro más preciado sacramento. Una vez más, este solitario bloguista, aguantando como puede, te dedica una particular entrada, una deuda que debo a un gran abmusqueño, un activo emprendedor, mi abuelo Victoriano. Si no hubiese fallecido, seguro estoy, Amusco, contaría con la más importante empresa de calzado en España.
Si por la estrella que habitas, te cruzas con un vejete hiperactivo, gran bigote en su faz, sombrero de ala ancha, trajeado a la moderna, reloj de bolsillo con plateada cadena y rodeado de su esposa y sus siete hijos, no lo dudes, dales un fuerte abrazo, son mis abuelos, mi padre, mis tíos y tías.
En aquellos años de mi niñez, sí aquellos de los parches Sor Virginia, los fomentos de calor húmedo, o el horror descongestionante de colocarte sobre el pecho una moneda, sobre ella un algodón impregnado en alcohol, ...-No te muevas, quieto-, cerilla encendida, fuego al algodón y rápidamente, vasito de cristal sobre el engendro. La piel infantil del tórax, a causa del vacío generado, se elevaba y ascendía dentro del vaso. Así nos ahuecaban la congestión respiratoria a los infantes de antaño... La causa de este suplicio era una pulmonía que me afectó seriamente. Y la cigüeña portadora de Alexander Fleming sin aparecer por Escocia. Remedio y receta: -El niño debe pasar una temporada en un lugar, sano, seco y sin polución-.
Reunido el Consejo Familiar, tras debate, se apuntan dos soluciones, dos localidades encantadoras de Tierra de Campos: ¿Cisneros o Amusco?
Mira por donde, este futuro amante del hecho histórico, fue a dar con sus pulmones en Amusco. Vieja cabeza administrativa y defensiva de una mancomunidad de poblaciones, favorecida con fueros propios y cuna de nuestro gran poeta y guerrero Gómez Manrique.
Con mis pocos años, subí ilusionado al tren, aquel tren de carbón y vapor, que partía en dos la llanura e inundaba el azul celeste de densas nubes de negra carbonilla. !Ah!, y como era pequeño, no pagaba billete. No recuerdo la edad límite para eximirse del pago. Rememoro ahora y me veo retratado, anticipado, a mi actual nieto Darío, comunicativos, abiertos ambos. Fue aparecer el Interventor de RENFE, en nuestro vagón, uniformado de azul, con su gorra ribeteada de dorados, toda una autoridad para mi mente infantil.
Antes de que iniciase el consabido requerimiento: -¿Billetes, por favor?-
me apeé del asiento, le dirigí una picarona mirada y con toda naturalidad le espeté -Yo, sólo tengo tantos años-. Todos, incluso el Interventor, rieron mi anticipada intervención. Hoy, cuando releo la imagen en mi mente, me digo: -Igualito que mi abierto y franco Darío-.
Mi estancia en Amusco, ha sido siempre un grato recuerdo para mi. Nunca me sentí forastero, me integré o me integraron los abmusqueños como un vecinillo mas. Hoy he mirado y remirado en Google, cada calle, cada edificio, siguen vivos pero adecuadamente revalorizados. La parroquia a San Pedro, su barroco retablo, su sacristía, su órgano neoclásico, su coro, su espadaña, donde subí para acompañar a los volteadores de campanas. Su precioso Ayuntamiento, la Sinagoga lindera al obrador de dulces de mi querido tío Constantino.
En verdad, las imágenes que más me han emocionado, han sido la del edificio de la Escuela, donde acudí en mi estancia. Recuerdo la valía de su Maestro, la enciclopedia de Álvarez y un cuento o narración inolvidable que hoy describo a mis nietos. "Un campesino hacia el Mercado, olvida su bolsa -con el dinero- junto a la fuente. Su perro le advierte con ladridos. El campesino teme el ataque del can, le cree poseído por la rabia y le hiere...
De vuelta hacia su casa, cabe la fuente, encuentra a su perro, moribundo, apoyando con sus patas delanteras la bolsa y defendiendo -hasta el final- los bienes de su amo."
Recuerdo con enorme cariño a mi tía María, con su casa junto al brocal del pozo; en su gloria calentaba mis pies y charlaba con los suyos. El baile del abuelo, entonces ya en desuso. El camino entre bodegas hacia la ermita de la Virgen de las Fuentes. El cementerio amparado por la románica ermita.
Desde la estación de RENFE, hacia la localidad, una larga fuente donde, entonces, siempre estaban apilados al sol, miles de adobes. Nuestra visita a las fiestas de Támara, sus danzantes.
La calleja estrecha que baja entre el Ayuntamiento y la Sinagoga era parada obligatoria. Allí, veía rebajar los cascos de las cabalgaduras, contemplaba herrarlas, todo un espectáculo para un "chiguito" de ciudad.
Mi abuelo, se empeñó en que llevase su nombre -Victoriano- y lo consiguió. Mis hermanas, dicen que para mí, su preferido, eran los mejores regalos.
Adelantado a su tiempo, su taller de zapatería llenaba de pares los mercados y ferias de Tierra de Campos. He visto hombres con pies imposibles de calzar. Sin problemas, sus artesanos, sus hijos lograban zapatos o botas, a medida, para quienes padecían un defecto en sus miembros inferiores. Todo un emprendedor, adaptado al mercado de entonces, adquiriendo las materias primas en los lugares de origen y dotado de un equipo, su familia, envidiable.
Mi mas cariñoso a Amusco, entrañable localidad donde residí unos meses. Mi agradecimiento a aquellos compañeros de Escuela y de juegos que me "ajuntaron" y me consideraron hijo de Amusco.
Para mi abuelo, las circunstancias de la vida le apretaron: su hijo Nino, impedido, su hija sordomuda, pero les educó en los mejores centros especialistas.
MARCIAL, QUITE DE LA MARIPOSA. |
Eso, sí, el pasodoble "Marcial, eres el más grande" te lo dedico.
Gracias, ABUELO: grande y con mayúsculas.
MAMÁ, BUENAS NOCHES.
TÚ, COMO EL ABUELO, AFICIONADA.
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