Querida y hoy, especialmente recordada, niña.
No estás sola, yo -como siempre- a tu lado. Esa sonrisa tuya es para mi, de un feliz pasado y de histórica memoria para el devenir. Por no estropear la imagen, he procedido a recortarme. Uno sabe cuando apartarse y hoy, San Valentín, tu esposo no pinta nada, tu y tus recuerdos en mi, si.
En una cadena de radio, un jovencísimo amante de la novela, exponía ayer, los nuevos títulos más interesantes para el radioyente. Al terminar su intervención la locutora le preguntó:
-¿Cómo celebrarás San Valentín.?-
El interpelado contestó, un poco triste.
-Marta, amiga, no tengo con quien.-
Querida Justa, como el joven amante de la novela, en este San Valentín, en esta celebración, NO TENGO CON QUIEN.
Miento, he comido con mis hijos y nietos. Con sus chiquitines, toda la familia se han ido al cine. Yo, como te sigo teniendo en mis recuerdos, me he vuelto a casa, he abierto mi portátil y aquí estoy de nuevo. TENIENDO CON QUIEN. ¿Con quien?. ¡Con quien va a ser!. CONTIGO.
Dicen que ha descendido el negocio de las Agencias de Contactos. Muchas personas, hoy prefieren permanecer solteras, no desean atar su futuro a otra persona. Aseguran que el mandato de Creced y multiplicaos tiene solo el incentivo del microchip regalado de la sexualidad. Qué ese chip sensor, se puede utilizar sin las ataduras a las que somete la unión matrimonial; maleta, cruceros, viajes de solteros. Fuera cargas: enlaces, anillos, hipotecas, cunas, separaciones. Libertad, para el microchip, sensaciones. "El buey suelto, bien se lame". Juventud, divino tesoro, divino hasta que se pierde, hasta que el cabello se torna en canas, hasta que, tras la juventud y la senectud, sembramos el lavabo de lacios cabellos . Hasta que, sin darnos cuenta, -el tiempo vuela- te inunda la vejez, te asusta la soledad, y el tesoro escondido del microchip, se avería y ni la pastillita azul lo arranca.
Mi respeto a toda relación, a todo estado elegido. No todos somos iguales. Para mi, para mi idiosincrasia, tras vivir años de estudios en internados, siempre acompañado en horas de enseñanza, rodeado de personas en las empresas. Mi oasis, en el desierto inundado de personas, ha sido siempre mi casa, mi hogar. Mi esposa, mis niños, mi familia. Cuando te acercas a la vejez, cuando la muerte impía te arrebata las más queridas palmeras de tu oasis, es cuando valoras, en su justa tasación, los bienes disfrutados, el encanto de lo arrebatado.
Es cuando la soledad, te alista en leva forzosa, a una extraña soltería. Hasta ganas te dan de atestar tu maleta y huir de las paredes sin ecos de tu hogar.
No obstante, los dones recibidos durante tu vida matrimonial, te aferran al blanco "gotele" de tu alcoba. A tus viejas fotografías. A sus abandonados perfumes, a las ya arrinconadas joyas que en San Valentín la regalastes. Mi casa, mi viejo oasis, mis armarios huelen a antipolillas de lavanda fresca. Las prendas, no entregadas a Cáritas, duermen: quietas, paralizadas, inertes, tras la marcha de ella.
Sólo su recuerdo, el respeto ganado por ella ante las gentes y mi profunda veneración a su amor y entrega, no precisan de antipolillas.
Mamá, sigues fresca, lozana, y cual siempreviva en nuestra memoria.
Hoy, he tenido un abandonado encuentro. Cada sábado, recuerda, nos acercabamos al "Mercadona" del Barrio Universidad para comprar algún necesario objeto que, no encontrábamos, en el cercano supermercado "El Árbol."
A su puerta, un amable señor de raza negra, pedía ayuda para su familia. Mi esposa abría su monedero y le entregaba unos euros. Yo, rascaba mi bolsillo y colaboraba con ella en la ayuda. El amable negrito nos apreciaba. Fallecida mi esposa, pasé por allí para ayudarle e indicarle la partida al cielo, de mi esposa. No le hallé nunca, me supuse que, al fin, había encontrado trabajo o marchado a su país.
Hoy, según iba a casa de mis hijos, me llamó, siempre camino con la vista baja. Casi no le conocía, bien vestido, abrigado en nuevo gabán. Me saludó afectuosamente, y...preguntó ¡cómo no! por mi esposa.
Tras relatarle el triste suceso de su marcha, el hombre rompió a llorar. Desde lejos, me volvió a dar de mano nuevamente. Mamá, uno más que lamenta, conmigo, tu silente ADIÓS.
BUENAS NOCHES, MI VIDA.
https://www.youtube.com/watch?v=5bb4NGWmitk
No estás sola, yo -como siempre- a tu lado. Esa sonrisa tuya es para mi, de un feliz pasado y de histórica memoria para el devenir. Por no estropear la imagen, he procedido a recortarme. Uno sabe cuando apartarse y hoy, San Valentín, tu esposo no pinta nada, tu y tus recuerdos en mi, si.
En una cadena de radio, un jovencísimo amante de la novela, exponía ayer, los nuevos títulos más interesantes para el radioyente. Al terminar su intervención la locutora le preguntó:
-¿Cómo celebrarás San Valentín.?-
El interpelado contestó, un poco triste.
-Marta, amiga, no tengo con quien.-
Querida Justa, como el joven amante de la novela, en este San Valentín, en esta celebración, NO TENGO CON QUIEN.
Miento, he comido con mis hijos y nietos. Con sus chiquitines, toda la familia se han ido al cine. Yo, como te sigo teniendo en mis recuerdos, me he vuelto a casa, he abierto mi portátil y aquí estoy de nuevo. TENIENDO CON QUIEN. ¿Con quien?. ¡Con quien va a ser!. CONTIGO.
Dicen que ha descendido el negocio de las Agencias de Contactos. Muchas personas, hoy prefieren permanecer solteras, no desean atar su futuro a otra persona. Aseguran que el mandato de Creced y multiplicaos tiene solo el incentivo del microchip regalado de la sexualidad. Qué ese chip sensor, se puede utilizar sin las ataduras a las que somete la unión matrimonial; maleta, cruceros, viajes de solteros. Fuera cargas: enlaces, anillos, hipotecas, cunas, separaciones. Libertad, para el microchip, sensaciones. "El buey suelto, bien se lame". Juventud, divino tesoro, divino hasta que se pierde, hasta que el cabello se torna en canas, hasta que, tras la juventud y la senectud, sembramos el lavabo de lacios cabellos . Hasta que, sin darnos cuenta, -el tiempo vuela- te inunda la vejez, te asusta la soledad, y el tesoro escondido del microchip, se avería y ni la pastillita azul lo arranca.
Mi respeto a toda relación, a todo estado elegido. No todos somos iguales. Para mi, para mi idiosincrasia, tras vivir años de estudios en internados, siempre acompañado en horas de enseñanza, rodeado de personas en las empresas. Mi oasis, en el desierto inundado de personas, ha sido siempre mi casa, mi hogar. Mi esposa, mis niños, mi familia. Cuando te acercas a la vejez, cuando la muerte impía te arrebata las más queridas palmeras de tu oasis, es cuando valoras, en su justa tasación, los bienes disfrutados, el encanto de lo arrebatado.
Es cuando la soledad, te alista en leva forzosa, a una extraña soltería. Hasta ganas te dan de atestar tu maleta y huir de las paredes sin ecos de tu hogar.
No obstante, los dones recibidos durante tu vida matrimonial, te aferran al blanco "gotele" de tu alcoba. A tus viejas fotografías. A sus abandonados perfumes, a las ya arrinconadas joyas que en San Valentín la regalastes. Mi casa, mi viejo oasis, mis armarios huelen a antipolillas de lavanda fresca. Las prendas, no entregadas a Cáritas, duermen: quietas, paralizadas, inertes, tras la marcha de ella.
Sólo su recuerdo, el respeto ganado por ella ante las gentes y mi profunda veneración a su amor y entrega, no precisan de antipolillas.
Mamá, sigues fresca, lozana, y cual siempreviva en nuestra memoria.
Hoy, he tenido un abandonado encuentro. Cada sábado, recuerda, nos acercabamos al "Mercadona" del Barrio Universidad para comprar algún necesario objeto que, no encontrábamos, en el cercano supermercado "El Árbol."
A su puerta, un amable señor de raza negra, pedía ayuda para su familia. Mi esposa abría su monedero y le entregaba unos euros. Yo, rascaba mi bolsillo y colaboraba con ella en la ayuda. El amable negrito nos apreciaba. Fallecida mi esposa, pasé por allí para ayudarle e indicarle la partida al cielo, de mi esposa. No le hallé nunca, me supuse que, al fin, había encontrado trabajo o marchado a su país.
Hoy, según iba a casa de mis hijos, me llamó, siempre camino con la vista baja. Casi no le conocía, bien vestido, abrigado en nuevo gabán. Me saludó afectuosamente, y...preguntó ¡cómo no! por mi esposa.
Tras relatarle el triste suceso de su marcha, el hombre rompió a llorar. Desde lejos, me volvió a dar de mano nuevamente. Mamá, uno más que lamenta, conmigo, tu silente ADIÓS.
BUENAS NOCHES, MI VIDA.
https://www.youtube.com/watch?v=5bb4NGWmitk
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