jueves, 4 de agosto de 2016

ÁVILA EN SEFARAD. (IV)


A veces la Historia renace de una mano inocente. Esta vez, de la manita de Elías, quien al curiosear un montoncito de tierra excavada se topó con un hueso humano que confirmó la existencia del Cementerio Judío que desde el siglo XII hasta el XV, dio descanso eterno y esperanza futura a nuestros convecinos, hebraicos.

En la imagen precedente Elías se prepara a depositar su piedra homenaje sobre el túmulo de los restos judíos, rescatados y enterrados a la espera del día en que renacerán eternamente. 


Entre el Monasterio de la Encarnación y la secular Cañada Occidental Soriana se trabajaba, a todo ritmo, para abrir zanja a un necesario colector de aguas residuales. Algunos indicios, alertaban sobre la existencia, en ese tramo, de una posible necrópolis. El hallazgo de Elías ( hasta el nombre cuadra con el Profeta bíblico) puso en guardia a su papá, y éste a los técnicos arqueológicos. La buena nueva caló hondo en las esperanzas de todos. 


Con la cautela precisa se procedió a la excavación del cementerio judío. Los restos, en fosas escalonadas, mirando al Este, hacia Jerusalén, fueron rescatados de uno en uno y cuidadosamente guardados. Se hallaron enterrados sobre una capa de tierra virgen, granito descompuesto y rodeados de un zócalo de piedra, tal como preceptuaba
su ritual fúnebre. 

El Ayuntamiento preparó un acertado plan para convertir el terreno en el denominado Jardín de Sefarad, colocando losas sobre la hierba en la dirección Este-Oeste y estacando cipos pétreos que sustituyeran a los antiguos pues, con el tiempo, habían desaparecido. El proyecto y su ejecución, han sido premiados por los Arquitectos de Castilla y León.

En la parte central, alejada de la vía pública, hoy Calle de los Canteros, se prepararon unas hileras longitudinales, en las que, con los ritos mosaicos precisos, se depositarían, uno a uno, los restos recuperados. 
El rectángulo funerario sería protegido por cerca  metálica que impidiese hollar el merecido respeto a la memoria de los allí enterrados.



Ávila, puede sentirse orgullosa del delicado trato otorgado a los restos óseos y al sueño eterno de aquellos judíos que convivieron con los antepasados cristianos o mudéjares.

La Ciudad, que acogía a los miembros de las tres religiones, no precisaba normas ciudadanas como el Fuero Corto de Guadalajara, promulgado por Alfonso VI en 1133, o el Fuero de Zurita, que establecía jueces mixtos para dirimir los litigios entre miembros de creencias distintas.

Alfonso VI, Alfonso VII y el Rey Sabio, con su buen hacer y su protección a todos, especialmente a los eruditos e ilustrados en las ciencias, fueren de una religión u otra, favorecieron la aparición, en esta Ciudad, de Nissim ben Abrahan " el profeta de Ávila " y de Mosén ben Sem Tob " Moisés de León".

Este último, fue una señera figura del misticismo judaico con sus manuscritos, singularmente con  el Zóhar "Libro del Esplendor", considerado en tercer lugar de importancia tras la Biblia y el Talmud. En él, interpreta las escrituras sagradas, la Tora (el Pentateuco) fuera de todo raciocinio utilizando la Cábala para lograr esotéricamente el significado de la doctrina.

Esta doctrina fue oralmente transmitida por Dios a una  Escuela Teosófica de Ángeles. Transmitida a Adán, Noé, Abraham  y Moisés quien la expuso a 60 ancianos... hasta oralmente alcanzar a David y Salomón.

Imperando en Roma Tito, el Rabí Simón ben Jochai se interna en una caverna para crear los manuscritos que desentrañan la doctrina anterior y posterior a la Mosaica. Sobre los mismos o con su copia, el autor del Libro del Esplendor "Séfer ha - Zóhar" va cabalísticamente desentrañando el significado de la doctrina, fuera de toda filosofía tomista a la que considera cargada de un exceso de racionalidad.

Fustigador del pecado, ataca a la clase pudiente judía, apoya a los pobres de su raza y detesta a los judíos colaboradores en la administración Real.

Varios fueron los intentos de obtener de Mosé de León los manuscritos. Hasta el Rabí Accó navegó hasta Hispania para lograrlos. No lo logró, Mosé falleció en Arévalo, en el año 1305.

Para ti, Mamá, y para los sepultados en el Jardín de Sefarad, transcribo parte del texto de una estela funeraria leonesa.

El Santo bendito sea, le levante y le despierte a la vida del mundo venidero y le otorgue su parte con los justos y cumpla en él el pasaje bíblico donde esta escrito.
Revivirán tus muertos, mis cadáveres se levantarán, despertad y exultad, los que yacen en el polvo, pues rocío de luz es tu rocío y la tierra muertos parirá, mas tú ve al fin y descansa y te levantarás para tu suerte al fin de los días.



BUENAS NOCHES, MAMÁ.

https://www.youtube.com/watch?v=fZU6CbbR2yo

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