Mi adorada esposa.
Te subo al blog una reciente imagen de nuestro nieto Darío. La comparo con la que, hace unos años, tuviste la dicha de abrazarle en tu regazo y me duele en el alma que no puedas seguir abrazándole, en este duro mundo terrenal.
Poco, muy poco, disfrutaste de la íntima satisfacción de sentirte abuela de Darío y Ana. Triste recuerdo para mí, para ti y para tu pequeño nieto.
Él, si te recuerda cada día, te mienta y hasta te habla, mirando al lucero nocturno donde -para él- tu habitas.
Anoche le telefoneé por saber si me acompañaba a comer. Me dio el sí, se despidió con un beso para mi y que te mandase otro beso a ti.
Estando comiendo, mientras le servía su adorada sopa de estrellas me sorprendió con su frase -Abuelo, eres muy amable conmigo, me cuidas mucho...-. Mamá, me dejó desarmado, no sabía que responder. Desarmado y extrañado por su empleo del adjetivo amable, por él dominado y usado con tan corta edad. ¿Herencia vallisoletana?. Puede ser.
De un tiempo a esta parte, ya no me llama "yayo" ahora usa otro sustantivo "abuelo". Ambos figurados en el diccionario de la Real Academia, con el mismo significado.
"Abuelo", a mi parecer, tiene más arrugas, menos lozanía que "Yayo". El Tiempo, que al nieto lleva hacia la adolescencia y al Yayo a la ancianidad. No me importa; mi nieto ve mi escaso cabello plateado, pero mi corazón, para él, es de oro.
Ser abuelo, es renovar la última paternidad. Es escuchar, es menos hablar, es entregar sin esperar recibir. Es amar hondamente, sin temor a la reponsabilidad que pueda herir un futuro.
Cuando aparecen los abuelos por la puerta, las órdenes, la rigidez, salen por la ventana.
La atmósfera, el entorno, entre nieto y abuelo es cálida. -Abuelo, me das otro bollito de cacao-. -Abuelo, ya no puedo comer más, estoy lleno, me has puesto muchas patatas fritas.-
Mientras come, con lentitud, fijos sus ojos en Bob Esponja o en la Patrulla Canina, te está invitando a que tú, también mires a la pantalla. Miras y si una graciosa escena te hace reír, agradece compartas con él tu sonrisa. Que su abuelo ría con él, constituye toda una celebración.
Con profunda envidia contemplo el óleo de Alvarez de Sotomayor en que dos abuelos segovianos, él dispuesto a salir y ella haciendo ganchillo, siguen juntos, unidos en su hogar. Su ancianidad, serena y asentada, ha logrado todo: trabajo en el Campo, ganados, fríos helados, ardores de sol, labores caseras... ahora, a disfrutar del amor de sus hijos y el cariño de sus nietos.
Me corroe el fiero dolor de que, mi óleo final, no sea el de Sotomayor. Mi triste óleo, solo reflejará al abuelo. Me falta mi segoviana haciendo ganchillo. La saña salvaje del Cáncer, arrebató al pintor la modelo más preciada de mi óleo.
Por ello, me aferro, como padre de sus padres, a mis adorados nietos.
BUENAS NOCHES, MI AÑORADA "YAYA".
https://www.youtube.com/watch?v=hQiXds2cYdQ
Te subo al blog una reciente imagen de nuestro nieto Darío. La comparo con la que, hace unos años, tuviste la dicha de abrazarle en tu regazo y me duele en el alma que no puedas seguir abrazándole, en este duro mundo terrenal.
Poco, muy poco, disfrutaste de la íntima satisfacción de sentirte abuela de Darío y Ana. Triste recuerdo para mí, para ti y para tu pequeño nieto.
Él, si te recuerda cada día, te mienta y hasta te habla, mirando al lucero nocturno donde -para él- tu habitas.
Anoche le telefoneé por saber si me acompañaba a comer. Me dio el sí, se despidió con un beso para mi y que te mandase otro beso a ti.
Estando comiendo, mientras le servía su adorada sopa de estrellas me sorprendió con su frase -Abuelo, eres muy amable conmigo, me cuidas mucho...-. Mamá, me dejó desarmado, no sabía que responder. Desarmado y extrañado por su empleo del adjetivo amable, por él dominado y usado con tan corta edad. ¿Herencia vallisoletana?. Puede ser.
De un tiempo a esta parte, ya no me llama "yayo" ahora usa otro sustantivo "abuelo". Ambos figurados en el diccionario de la Real Academia, con el mismo significado.
"Abuelo", a mi parecer, tiene más arrugas, menos lozanía que "Yayo". El Tiempo, que al nieto lleva hacia la adolescencia y al Yayo a la ancianidad. No me importa; mi nieto ve mi escaso cabello plateado, pero mi corazón, para él, es de oro.
Ser abuelo, es renovar la última paternidad. Es escuchar, es menos hablar, es entregar sin esperar recibir. Es amar hondamente, sin temor a la reponsabilidad que pueda herir un futuro.
Cuando aparecen los abuelos por la puerta, las órdenes, la rigidez, salen por la ventana.
La atmósfera, el entorno, entre nieto y abuelo es cálida. -Abuelo, me das otro bollito de cacao-. -Abuelo, ya no puedo comer más, estoy lleno, me has puesto muchas patatas fritas.-
Mientras come, con lentitud, fijos sus ojos en Bob Esponja o en la Patrulla Canina, te está invitando a que tú, también mires a la pantalla. Miras y si una graciosa escena te hace reír, agradece compartas con él tu sonrisa. Que su abuelo ría con él, constituye toda una celebración.
Con profunda envidia contemplo el óleo de Alvarez de Sotomayor en que dos abuelos segovianos, él dispuesto a salir y ella haciendo ganchillo, siguen juntos, unidos en su hogar. Su ancianidad, serena y asentada, ha logrado todo: trabajo en el Campo, ganados, fríos helados, ardores de sol, labores caseras... ahora, a disfrutar del amor de sus hijos y el cariño de sus nietos.
Me corroe el fiero dolor de que, mi óleo final, no sea el de Sotomayor. Mi triste óleo, solo reflejará al abuelo. Me falta mi segoviana haciendo ganchillo. La saña salvaje del Cáncer, arrebató al pintor la modelo más preciada de mi óleo.
Por ello, me aferro, como padre de sus padres, a mis adorados nietos.
BUENAS NOCHES, MI AÑORADA "YAYA".
https://www.youtube.com/watch?v=hQiXds2cYdQ
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