domingo, 20 de septiembre de 2015

LUCEROS EN LA NOCHE DE DARÍO




Con sus cortos cinco años, mi nieto Darío, me pidió asomarme al balcón desde el que se divisaba, ya de noche, la iluminada silueta del castillo de Mombeltrán. elevó su brazo hacía las estrellas y dirigió su dedo índice hacia dos estrellas a cual mas luminosas.
- Yayo, en esa estrella está mi perrita Marta.-
- Yayo y en esa otra está la yaya Justa.

Cuando Darío, tras la muerte de su abuela, preguntaba en su salida del colegio donde estaba su Yaya porque quería verla, con lágrimas en los ojos le decíamos - en el cielo Darío, ahora no puedes verla porque no lucen las estrellas, la Yaya esta en una estrella grande y luminosa que todas las noches luce en el oscuro firmamento.
Cada noche, Darío oteaba el estrellado oscuro y localizaba la destellante estrella desde donde su Yaya velaba y cuidaba, como siempre, de él.

Pasado un buen tiempo la perrita beagle de Darío (Marta) corrió en pos de una pieza, al rato, a lo lejos, sonó un disparo. Marta no volvió ni apareció. Pasado un mes un senderista encontró el cadáver de Marta. Un furtivo cazador, temiendo que Marta le espantase la caza, disparó sobre ella y huyó con gran presura.

Para Darío, Marta era su mejor compañera, su dócil y obediente servidora. Entre ambos existía un fuerte y entrañable vinculo de unión que solo aquel disparo rompió.

Ante la imposibilidad de volver a verla el amor del peque hacia su perra elevó al estrellado los recuerdos vividos asentándolos todos y con ellos la imagen del can en otra luminosa estrella, luciente y destellante junto a la de su abuela. Dos amores de un niño fijos, cada noche, en el firmamento.


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