De jovenzuelo me encantaba escuchar en Radio Valladolid la "Croniquilla Local" del finado, gran periodista, y poeta Francisco Javier Martín Abril.
En una de ellas recordaba que, años atrás, en cada calle vallisoletana las miradas vecinales ponían los ojos en la moza guapa del 17, la Loreto. Ella, era la guapa, las demás "majillas", "agraciadas", "simpáticas". Proseguía su "Croniquilla" asegurando que por aquellos días todo había cambiado: todas, todas las mozas, eran guapas la del 17, la del 25, la del 31, y no solo las mozas, hasta las mujeres de la calle todas. Una por sus ojos, otra por su pelo, otras por su tipo... ¡Que razón tenías Martín Abril!.
Entonces guapas, hoy... estrellas de la belleza. Por ello, mama, no me importa pregonar ¡ Que se mueran las feas !, pues fea no queda ninguna.
Aquellas mujeres del fregadero, de la cocina bilbaína, del pañuelo negro y del velo, se fueron. Hoy, logran puestos de trabajo, cobran un salario, se alían con los electrodomésticos, están al día con la Moda, piden hora para la esteticista y cada una sabe bien su singularidad en la belleza: los ojos, la tez, su sonrisa, sus andares...
Mama, tu singularidad física, para mi, fueron tu tipo y esos achinados ojos atrayentes. Pero tu auténtica singularidad residía en tus virtudes morales, en ser una prometedora ama de casa dotada de todas las cualidades para ejercer de madre.
El maldito cáncer, tras una intervención quirúrgica de 9 horas pareció ceder y todos los tuyos nos esperanzamos. Tras unos días, surgieron las complicaciones y tú, amor, comenzaste poco a poco el camino que no tiene regreso hacia nosotros.
TODOS SEGUIMOS QUERIÉNDOTE.
DESDE ALLÍ ARRIBA CUIDA NUESTROS DÍAS,
VELA NUESTRAS NOCHES.
SÓLO POR EL AFÁN QUE TENGO.
EL DE VOLVER A VERTE.
¡¡¡ GUAPA !!!
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