jueves, 24 de septiembre de 2015

NUESTRO TORNADIZOS.


Recuerda mama el día en que decidimos pasar los meses de verano en la casita alquilada de Tornadizos de Ávila. Nunca fuimos forasteros allí, sus vecinos -gente sencilla y entrañable- nos consideró desde el primer día como los cuñados de Pili y Cirilo. Allí establecimos amistades vecinales que perduran, unas vivas y otras que moran, junto a tus cenizas.
Hoy la cofradía del Cristo, aquella efigie del crucificado ennegrecido que, años ha, limpiamos con claras de huevo aportadas por sus devotos, ofrecía una misa por tu eterno descanso.
Antes de la misa subí -una vez mas- al camposanto y, tras retirar la rosa roja que te puse hace días, recorrí los enterramientos de Milagros, Carmina, Godofredo, el de Juanito quien al llenar su cántaro en la fuente pregonaba que el agua golpeada era la mejor, la tumba de mi compañero Jesús Garzón, la losa de Santiago animador de temas de tertulia en la cuadra de Cirilo quien tan joven se nos marchó, la de la señora Luz , la de Nazaria y su esposo, el nicho de los Modesto que precedieron al fallecimiento de nuestro querido hijo Alvaro.
Que valor el tuyo, que mujer fuerte fuiste al afrontar la pérdida de Alvaro, fuerte por dentro ya que por fuera tu hermoso cuerpo se llenó de habones a causa de la helicobacter pylori. Fuiste todo un ejemplo para mí.

El camposanto luce un hermoso crucificado, al verle, pensé en la cantidad de personas que como yo han paseado por el cementerio llevando sobre sus corazones el enorme peso de los amores vividos y, por ahora, perdidos. Sin embargo, creo que en nuestros cementerios debieramos divisar una imagen del resucitado
ya que debemos aferrarnos a la
hermosa idea de.



VOLVER A VERNOS.

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