sábado, 19 de marzo de 2016

HOY, QUIERO LLAMARTE "LOLA"

Querida esposa Justa.
Hoy, si lo permites, quiero llamarte Lola. Ayer, fue Viernes de Dolores, un día que siempre me trae el recuerdo de la Dolorosa que talló Gregorio Fernández y cuya bella imagen se venera en la iglesia de la Vera Cruz en Valladolid. 

Muchas de nuestras mujeres se llaman Dolores, su hipocorístico familiar, cariñoso y entrañable es el de "Lola".

Hoy, Día del Padre, me siento insignificante ante toda Madre, mucho más pequeño y bajo, ante el dolor de una mujer que ha sufrido la muerte de su hijo. 

Me sigue doliendo la pérdida de nuestro querido Álvaro. Tú, mamá, que lo tuviste en tus entrañas, lo pariste, lo amamantaste, lo llevaste y recogiste de  su colegio. Tú, que lo viste hacerse un hombre afable, cariñoso y comunicativo. Su partida hacia el más allá, te trocó en una nueva mujer, en una nueva talla del imaginero gallego, avecindado en Valladolid, una nueva Dolorosa. Sí, mi Lola.

Antes, almacenaba nuestras fotos en álbumes. Ahora, las miro detenidamente, las estudio. Tu sonriente faz de antaño, tras la partida de Álvaro, se revistió de soledad, irradiaba: sentimiento, ausencia, dolor, triste conformidad con los sucesos vividos y los amores perdidos. Casi se adivinaba una escondida lágrima sobre tu mejilla.  

Por ello, hoy, Día del Padre, prefiero revivir, sin Álvaro y sin ti, el ayer del Viernes de Dolores. Fecha que me parece más apropiada para sentirme acompañado por vuestra, siempre presente, ausencia.

De pequeño, desfilé en Valladolid, como cofrade de la Vera Cruz; capuchón aterciopelado, negro y capa verde, acompañando a mi querida Dolorosa. No adivinaba, que con los años, dolido por vuestras ausencias, mi soledad me llevaría a venerar de nuevo  la serena faz del dolor, la de una madre tras la pérdida de su hijo, dolor infinito el de la Virgen y el tuyo mamá. Deseos me dan de ocultar mi triste rostro paterno para, de nuevo, esconderlo bajo el capirote aterciopelado y negro de la Vera Cruz.

Recuerdo, de antaño, la devota novena a nuestra Dolorosa. Al final de la misma, un cofrade, magnífico tenor, entonaba la plegaria de los Tres Amores. Siempre, por lo bajines, la he entonado para mi propia satisfacción, como íntimo y entrañable recuerdo. Aquel, vibrante tenor, dados sus años, seguro estoy - que desde lo alto- entonaría ayer- una vez más, su sonora plegaria. Yo, pese a los años corridos, aún le admiro.


La vallisoletana calle Platerías abre vía pública hacia la fachada de la iglesia de la Vera Cruz. Todo un museo, este templo penitencial. Lleno de obras del imaginero Gregorio Fernández. Recuerdo el delicado momento de sacar al exterior el paso procesional denominado El Descendimiento.
Enorme, alto, pesado, plagado de figuras. El pueblo llano lo denominaba "El Reventón". A veces, vi crujir y fragmentarse la tarimas del suelo en su salida, hoy sobre carroza rodada. Si antaño era portado a hombros, huelga pormenorizar el origen del apodo popular.   

Finaliza mi Día del Padre, este año sin ti, mamá. Por ello me he volcado con el Viernes de Dolores. Por muy padre que uno sea, por muy dolido que el hombre se sienta, nada comparable a la doliente separación de Madre e Hijo, carne de la misma carne.

Y como no, allá va la entrañable plegaria de los Tres Amores.


BUENAS NOCHES, MAMÁ.


https://www.youtube.com/watch?v=f3INiTKfXUg


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