Mi muy querida esposa.
Otra puesta de sol sin ti, pero... contigo en mi pensamiento. En mi mente y en la de tu nieto Darío. Hoy, le he tenido toda la mañana conmigo. Su compañía es un liso pulimentado a mis ásperos sentimientos. Su compañía y sus incesantes preguntas... ¿Por qué?... ¡Sabes qué?... Entre las de hoy, un interrogante inesperado.
Abriendo la puerta de tu armario, la de tus trajes, atisbó tu maleta verde de mano. -Abuelo, ¿por qué la Yaya Justa no se llevó la maleta a la estrella?.
Me vi sorprendido por su interrogante. Estuve por responderle un Porque sí... al no tener una respuesta adecuada. Siempre procuro evitar el "Porque sí". Las preguntas de los niños son una apertura, un descubrimiento, una nueva realidad del mundo en el que crecen.
-Darío, cuando morimos, cuando nos vamos a la estrella, no necesitamos maleta. Al cielo sólo llevamos el alma, el espíritu; aquí dejamos todo, el pelo, el cuerpo, los vestidos. No necesitamos maletas en la estrella. Allí arriba somos como ángeles.-
Temí haberme metido en un ajardinado laberinto sin salida. Efectivamente, surgió la esperada pregunta.
-Abuelo, la Yaya, en la estrella ¿está desnuda?-
-Mi niño, La abuela era muy guapa, muy buena, allí su alma se viste de belleza, de bondad, de virtudes. Dios la viste con el hermoso traje que la Yaya atesoraba en su corazón: lindeza, hermosura y primor. Cuando nos llegue el Día de la Resurrección, volveremos a tomar nuestro cuerpo, nuestro pelo nuestro vestido y hasta nuestra maleta.-
Afortunadamente, sonó el teléfono, mi ángel salvador. Así el auricular, como el naufrago aferra el salvavidas, en mi encrespado mar teológico.
Una puerta, mamá, de tu armario, puede pesar más que un Sínodo. La cerré como si clausurase el Concilio Vaticano.
En nuestro hogar, mamá, nunca pusimos cierres a la Muerte para nuestros pequeños. Toda vida intensa en amor, disfrutada, compartida familiarmente. Nuestros pequeños al Camposanto lo llamaban la "Casa de las Flores", correteaban, naturalmente, desde la tumba de sus bisabuelos hasta la de su tío.
No debemos, asustarles con la Muerte, es ley y final de la Vida. Deben saber que todo mortal tiene un principio y un término. Deben disfrutar, como un regalo, cada salida de sol, cada atardecer. Llenar de amores su
calendario, su maleta. Ésta quedará aquí abajo vacía, con sus trajes. Su cordial contenido volará con ellos a su estrella.
Mamá, tu nieto Darío, sabe tu muerte, pero también sabe mirar al firmamento, divisa tu estrella y allí te considera viva, sabe que le escuchas, se enfada porque no te oye. Pero sigue queriéndote y recordándote.
Y yo,... qué te voy a decir. Perdí lo más querido de mi vida. Dando los buenos días a tu foto sobre la mesilla y el hasta mañana a tu imagen en mi despacho.
BUENAS NOCHES, MAMÁ.
https://www.youtube.com/watch?v=51JHqyAf_0Y
Otra puesta de sol sin ti, pero... contigo en mi pensamiento. En mi mente y en la de tu nieto Darío. Hoy, le he tenido toda la mañana conmigo. Su compañía es un liso pulimentado a mis ásperos sentimientos. Su compañía y sus incesantes preguntas... ¿Por qué?... ¡Sabes qué?... Entre las de hoy, un interrogante inesperado.
Abriendo la puerta de tu armario, la de tus trajes, atisbó tu maleta verde de mano. -Abuelo, ¿por qué la Yaya Justa no se llevó la maleta a la estrella?.
Me vi sorprendido por su interrogante. Estuve por responderle un Porque sí... al no tener una respuesta adecuada. Siempre procuro evitar el "Porque sí". Las preguntas de los niños son una apertura, un descubrimiento, una nueva realidad del mundo en el que crecen.
-Darío, cuando morimos, cuando nos vamos a la estrella, no necesitamos maleta. Al cielo sólo llevamos el alma, el espíritu; aquí dejamos todo, el pelo, el cuerpo, los vestidos. No necesitamos maletas en la estrella. Allí arriba somos como ángeles.-
Temí haberme metido en un ajardinado laberinto sin salida. Efectivamente, surgió la esperada pregunta.
-Abuelo, la Yaya, en la estrella ¿está desnuda?-
-Mi niño, La abuela era muy guapa, muy buena, allí su alma se viste de belleza, de bondad, de virtudes. Dios la viste con el hermoso traje que la Yaya atesoraba en su corazón: lindeza, hermosura y primor. Cuando nos llegue el Día de la Resurrección, volveremos a tomar nuestro cuerpo, nuestro pelo nuestro vestido y hasta nuestra maleta.-
Afortunadamente, sonó el teléfono, mi ángel salvador. Así el auricular, como el naufrago aferra el salvavidas, en mi encrespado mar teológico.
Una puerta, mamá, de tu armario, puede pesar más que un Sínodo. La cerré como si clausurase el Concilio Vaticano.
En nuestro hogar, mamá, nunca pusimos cierres a la Muerte para nuestros pequeños. Toda vida intensa en amor, disfrutada, compartida familiarmente. Nuestros pequeños al Camposanto lo llamaban la "Casa de las Flores", correteaban, naturalmente, desde la tumba de sus bisabuelos hasta la de su tío.
No debemos, asustarles con la Muerte, es ley y final de la Vida. Deben saber que todo mortal tiene un principio y un término. Deben disfrutar, como un regalo, cada salida de sol, cada atardecer. Llenar de amores su
calendario, su maleta. Ésta quedará aquí abajo vacía, con sus trajes. Su cordial contenido volará con ellos a su estrella.
Mamá, tu nieto Darío, sabe tu muerte, pero también sabe mirar al firmamento, divisa tu estrella y allí te considera viva, sabe que le escuchas, se enfada porque no te oye. Pero sigue queriéndote y recordándote.
Y yo,... qué te voy a decir. Perdí lo más querido de mi vida. Dando los buenos días a tu foto sobre la mesilla y el hasta mañana a tu imagen en mi despacho.
BUENAS NOCHES, MAMÁ.
https://www.youtube.com/watch?v=51JHqyAf_0Y
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