Oye mamá, teníamos que habernos empadronado en el municipio de Sellia de la Calabria italiana. Esta mañana, escuchando la radio, me enteré de que en ese municipio han aprobado una Ordenanza prohibiendo a sus vecinos morirse.
Han dotado a la localidad de centros médicos previsionales y de medios de transporte a los hospitales, con la finalidad de que sus sesenta y cinco habitantes - la mayoría ancianos- disfruten de una salud envidiable. Buena noticia para la celebración del Día del Mayor.
Desafortunadamente, llegamos tarde. En Lanjarón puede que copien la Ordenanza de "Prohibido morirse" no por el bienestar saludable, mas bien porque el Cementerio está lleno a rebosar. Al menos, la prohibición debiera aclarar: no morirse hasta la apertura del nuevo camposanto.
Y, ahora, la noticia fea del Día del Mayor. Telefoneé a mi prima Ezequiela, aquella que, en los estíos de Navarredonda, en casa de la Sra. Baldomera nos ilusionaba, cada noche, con sus cuentos infantiles y su prodigiosa narrativa.
Bajo la vivienda de Ezequiela y su esposo Tomás, habitaba un viejo compañero, policía municipal, de Tomás. Todos ellos mayores y jubilados años ha. El compañero de Tomás, era viudo y vivía sólo. En prevención de cualquier emergencia el viudo entregó una llave de su casa a Tomás.
Todos los días se veían o paseaban juntos, de no verse se llamaban por teléfono. Ayer Tomás telefoneó a su vecino -una y otra vez- sin obtener respuesta. Bajó Ezequiela al piso inferior. Llamó al timbre. La puerta no se abría. No restaba más - ante el sorprendente silencio- que subir a por la llave, para emergencias, recibida del vecino.
Llave, vueltas a la cerradura, apertura lenta de la puerta, -¡vecino, vecino! -
con voz temblorosa, -!vecino, vecino!-.
El resto, mama, te lo puedes suponer. El compañero de Tomás se marchó
a un barrio mejor.
Y, yo, por qué te cuento esto, si tú mama le habrás visto llegar.
!Cuantos Mayores solitarios cambiarían,anoche, de barrio.!
MAMA, un fuerte abrazo.
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