¿Mala Ventura?. No mi niña. Lo nuestro fue venturoso desde principio a fin. En ese fin, hubo una salida, un portillo por el cual te llevó el Señor a un valle venturoso para ti. Yo, no pude seguirte, no subí -tras ti- los peldaños finales: hierático, estatuario, permanecí a este otro lado de la imponente muralla, bajo su sombra. Mientras tú, bajo un cielo estrellado, te alejabas -forzada por la ley de la muerte- hacia tu estrella, hacia el fulgor que cada noche mis ojos y los de Darío, buscan ansiosos en el azul oscuro más alto.
El amor, el acendrado cariño, dibujó en 1986 un remedo de tu bendita faz. Es lo que nos queda de tu estar con nosotros, tu faz y el recuerdo de tanto buen hacer, de tanto gesto y hecho amoroso, para quienes tuvimos la gran suerte de convivir -familiarmente- contigo.
No todos los matrimonios pueden presumir de un portillo de Buena Ventura. En Ávila, en el lienzo sur de la muralla, se abre - en el antiguo barrio judío- un sencillo portillo, un simple arquillo con matacán. Lo llaman de la "Mala Ventura". Por él, salieron en el 1111, los legendarios rehenes que Alfonso I "El Batallador" pidió para su seguridad a la Ciudad. No volvieron. La causa, un mal planteamiento matrimonial entre Urraca I, de León y Castilla y Alfonso de Aragón.
El monarca de León Alfonso VI, reinante sobre Galicia, Asturias, León y Castilla, concertó con Alfonso I de Aragón y Navarra el enlace matrimonial de su hija Urraca, viuda de Raimundo de Borgoña y madre de Alfonso Raimúndez (futuro rey Alfonso VII "El Emperador"). Para los avileses y para nosotros "El Rey Niño".
En las estipulaciones pactadas, cada contrayente regiría los destinos de su respectivos reinos. Si el matrimonio consumado otorgaba un nuevo príncipe, éste sería el rey de todos los dominios regidos por ambos contrayentes. Esta decisión, apartaba de la línea sucesoria al Rey Niño.
Esta estipulación malquistó a la nobleza partidaria de Urraca y su hijo. El Arzobispo de Santiago, Diego Gelmírez rompió su primera lanza (mejor, báculo) a favor del Infante, coronándole como rey de Galicia a la temprana edad de cinco años.
Urraca, abandonó, con su hijo en brazos, al Batallador, refugiándose en León. Alfonso I, levantó sus huestes invadiendo los territorios de Urraca; vencedor en la batalla de Candespina (1110) y Villadanzo (1111) planto su campamento ante la impresionante muralla abulense. Su venida hasta las almenas de la Ciudad de Los Caballeros, fue motivada por los fuertes rumores del fallecimiento del Rey Niño.
Deseaba entrar en la Ciudad para comprobarlo; se aseguraba que el pequeño estaba refugiado en el interior del recinto amurallado. Pensaba entrar, en son de paz, por la Puerta del Peso de la Harina, acompañado de varios de sus leales caballeros. No se atrevió, por ello solicito del Regidor de Ávila Blasco Jimeno, le mostrasen al pequeño desde las almenas. Mirando por su seguridad requirió que unos sesenta caballeros saliesen a campo descubierto como rehenes y garantía de su real persona.
BUENAS NOCHES, MI REINA.
TU LEAL CASTELLANO. Casi, casi, "fervido" por tu ausencia.
El amor, el acendrado cariño, dibujó en 1986 un remedo de tu bendita faz. Es lo que nos queda de tu estar con nosotros, tu faz y el recuerdo de tanto buen hacer, de tanto gesto y hecho amoroso, para quienes tuvimos la gran suerte de convivir -familiarmente- contigo.
No todos los matrimonios pueden presumir de un portillo de Buena Ventura. En Ávila, en el lienzo sur de la muralla, se abre - en el antiguo barrio judío- un sencillo portillo, un simple arquillo con matacán. Lo llaman de la "Mala Ventura". Por él, salieron en el 1111, los legendarios rehenes que Alfonso I "El Batallador" pidió para su seguridad a la Ciudad. No volvieron. La causa, un mal planteamiento matrimonial entre Urraca I, de León y Castilla y Alfonso de Aragón.
El monarca de León Alfonso VI, reinante sobre Galicia, Asturias, León y Castilla, concertó con Alfonso I de Aragón y Navarra el enlace matrimonial de su hija Urraca, viuda de Raimundo de Borgoña y madre de Alfonso Raimúndez (futuro rey Alfonso VII "El Emperador"). Para los avileses y para nosotros "El Rey Niño".
En las estipulaciones pactadas, cada contrayente regiría los destinos de su respectivos reinos. Si el matrimonio consumado otorgaba un nuevo príncipe, éste sería el rey de todos los dominios regidos por ambos contrayentes. Esta decisión, apartaba de la línea sucesoria al Rey Niño.
Esta estipulación malquistó a la nobleza partidaria de Urraca y su hijo. El Arzobispo de Santiago, Diego Gelmírez rompió su primera lanza (mejor, báculo) a favor del Infante, coronándole como rey de Galicia a la temprana edad de cinco años.
Urraca, abandonó, con su hijo en brazos, al Batallador, refugiándose en León. Alfonso I, levantó sus huestes invadiendo los territorios de Urraca; vencedor en la batalla de Candespina (1110) y Villadanzo (1111) planto su campamento ante la impresionante muralla abulense. Su venida hasta las almenas de la Ciudad de Los Caballeros, fue motivada por los fuertes rumores del fallecimiento del Rey Niño.
Deseaba entrar en la Ciudad para comprobarlo; se aseguraba que el pequeño estaba refugiado en el interior del recinto amurallado. Pensaba entrar, en son de paz, por la Puerta del Peso de la Harina, acompañado de varios de sus leales caballeros. No se atrevió, por ello solicito del Regidor de Ávila Blasco Jimeno, le mostrasen al pequeño desde las almenas. Mirando por su seguridad requirió que unos sesenta caballeros saliesen a campo descubierto como rehenes y garantía de su real persona.
Unos dicen que sesenta, otros que setenta caballeros, atravesaron el Portillo de la Mala Ventura y partieron hacia el campo aragonés garantizando con sus personas la vida del Batallador.
Blasco Jimeno, mostró al Rey Niño desde lo alto de la almenadas defensas. El Aragonés tuvo la certeza de que el Niño estaba vivo y, por ello, montó en cólera. Volvió presuroso hacia su campamento y allí (aquí surge la duda y las diferencias entre historiadores, sin pruebas documentales, sobre el siguiente hecho) ordeno la muerte de los rehenes, sumergidos en tinas de aceite hirviendo.
El lugar de su muerte se denomino y sigue llamándose "Las Hervencias". Dicen que los abulenses sometieron al buen juicio del Rey Luis VI, de Francia, el litigio por esta acción. El francés, encargó a dos entendidos jueces el caso, uno dió la razón al Batallador, el otro a los avileses.
El Rey Niño , ya como Alfonso VII, otorgó a la Ciudad de Ávila el título de ÁVILA DEL REY. En el escudo de la Ciudad se leé este título y entre las almenas de su defensas se muestra la imagen del hijo de Urraca I de León.
BUENAS NOCHES, MI REINA.
TU LEAL CASTELLANO. Casi, casi, "fervido" por tu ausencia.
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