jueves, 26 de noviembre de 2015

REPINTANDO RECUERDOS: MINGUBELA.


 Me ha sorprendido nuestro álbum con esta imagen. La familia al completo en Ojos Albos, en Peña Mingubela. Tú, mamá, tan casera, calzada de zapatillas deportivas, chaquetón cabe tu regazo, agradeciendo los rayos de la puesta del sol. Álvaro, charlando contigo. El día, resultó fresquito pero Ávila cuenta con tantas horas de sol como Málaga y es -Ojos Albos- el último municipio abulense que despide al Astro Rey.

 Foto de Mayo de 1990. De esta imagen sólo vivimos dos antropomorfos: Alfonso el acostado sobre el pasto y yo, el tomador de la instantánea. Los zoomorfos, las ovejas que bajan de la Peña de la Mora, dejaron de pastar hace mucho. Tras muchos años, mama, quiero agradecerte el gesto de acompañarnos -entonces - a las pinturas rupestres del Cerro de  La Cabra. Quien pudiera rehacer el camino -contigo y con Álvaro- para vivirlo sin la naturalidad del pasado, para gozarlo con la intensidad del solitario presente, quizás dolido por no haber elevado al máximo aquella naturalidad.

De Ojos Albos era uno de mis mejores amigos: Jesús González Garzón. Fuimos compañeros de trabajo en varias empresas: confianza, apoyo y franco compañerismo, no sólo en la tarea, también en las horas de comidas, cafés y conversación. Por él, le tengo un especial afecto a Ojos Albos, a su tierra colorada -transportada en carros- para el solado cerámico de pisos. A sus encinas, a sus piedras, a sus pinturas rupestres. Nuestro último cometido -juntos- fue en la localidad de Montoro, en la antigua fábrica de aceite de "La Alcaparra". Por ello no puedo resistir el impulso de descargar una foto familiar, obtenida a la terminación de los trabajos, en la que nos acompañó mi familia. Garzón, descansa en paz, volveremos a juntarnos, una vez más, en Tornadizos, en su camposanto. Es nuestro sino, juntos hasta el final.

Peña Mingubela es un abrigo o refugio de unos 33,00 metros cuadrados. Oquedad abierta en un farallón de cuarcita micácea de unos 20 metros de altura. A sus pies discurre el arroyo Valdeláguila enviando, hacia el río Voltoya, sus cristalinas aguas. Ojos Albos. "Oios aluos" manar de aguas. 

Al ascender el valle, sobre enormes peñascales, divisas circulares manchas de musgos y líquenes blanquecinos, cual ojos blancos, que te provocan la osadía toponímica de atribuir a esos círculos la denominación de la localidad.

 Por el camino de ascenso, multitud de aves juegan a adelantarte en tu progresar: cogujadas, alondras, alcaudones mirlos y pinzones.
Antes de alcanzar el abrigo, dos líneas defensivas, arruinadas, cierran la subida hasta Mingubela. Antes muros, hoy lindes de encerraderos.

Las tropas de Aníbal arrasan el castro de las "Cogotas" en el verano del año 220 antes de Cristo. Tras ello, el ejercito cartaginés sufre una grave derrota en el valle del Tajo.

Las pinturas de Peña Mingubela presentan escenas de hombres armados con espadas rectas, curvas, falcatas, tahalí, dotados de yelmo, escudo. Con el pelo recogido en la nuca, algunos mostrando el falo, otros yacentes. Aparecen figuras tectiformes, zoomorfas, cuadrúpedos y hasta un supuesto caballito de mar que a mi, más me parece la silueta de una abubilla.

Las pinturas están sin datar. Se atribuyen a 3 fases: Broce Final, Edad del Cobre , Hierro II y, posiblemente otra más tardía.

Dada la frialdad del entorno, subimos en mayo por la tarde, bien abrigados, no conduce a un asentamiento permanente. El abrigo de la Peña se utilizaría para resguardo pastoril. Quizás para refugio temporal tras la intervención de Aníbal. Las pinturas parecen narrar un combate, una victoria, un hecho glorioso, motivo suficiente para convertir el abrigo rocoso en un recuerdo a conmemorar y celebrar, cada año, la narración pictórica.

Llama la atención la maestría en elaborar los pigmentos. Algunas de las imágenes representan el encuentro, la lucha entre dos contendientes. En primer plano un guerrero diseñado con pigmentación fuerte, acentuada, tras él otra figura, en pugna con el primero, con pigmentación más leve. Como si el autor dominase ya la perspectiva de color entre planos avanzados y lejanos. Existe y se creó una relación entre todas las figuras del conjunto. Época, tras época, se añaden nuevas imágenes. ¿Distintas?, no. Cada vez se acrecienta, con nuevas formas, la narración pictórica como aditamento -añadido- a la idea central.
 




No cabe duda que los autores dominaban la técnica de los pigmentos. Su molido y fragmentación, su disolución en agua, la aplicación de calor para ganar en oscuridad. El óxido de hierro (hematita roja mas goethita amarilla, unida al cinabrio y la caolinita) se tornaba en múltiples tonalidades: rojo carmín, vinoso y violáceo.

Los útiles de aplicación eran principalmente las yemas de los dedos y los cóndidos metacarpianos, esas articulaciones que surgen donde un hueso de la mano, se articula con el siguiente. No existe duda sobre el uso de primarios pinceles para lograr trazos mas finos y delicados.

Me asombró la ingenuidad para representar el ojo humano. En un rostro circular aparece un hueco, también circular, exento de pigmento.

Quien desee interesarse con minuciosidad del pormenor e interpretación de cada conjunto de pinturas, puede lograrlo descargando el estudio de Don Fco. Javier González - Tablas Sastre.

Faltaba un nexo de unión entre la pintura rupestre de la Sierra de Francia y las de la vecina Segovia. Peña Mingubela es el enlace, el vínculo.


GARZÓN, MAMÁ, REPINTANDO MIS RECUERDOS.
!MUY BUENAS NOCHES!.





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