miércoles, 4 de noviembre de 2015

MADRE. Mucho más que todo.

Querida Justa. Una noche más en comunicación virtual. Sabes mi mejor deseo: VOLVER A VERTE YA, cerrar nuestros contactos virtuales y llegar, realmente, junto a ti. Cuando esa realidad se acerque, algo morirá, este humilde Blog.

Hoy quiero relatarte un hecho real, de hace pocos días y en una localidad del Penedés. Me lo contaron con un sentimiento imantante, tan atrayente, que inundó mi corazón de ternura. Hasta me sentí bajo la piel del sujeto pasivo, un jovencito: compañero y amigo inseparable de nuestra Blanca.

Él, Andrey, nació en Bulgaria, al año y medio de su nacimiento perdió a sus padres. Dolors, catalana sin hijos, anhelaba mecer en su regazo el chiquitín que la vida le negaba. Su esposo, también soñaba con un hogar en el que, la cuna fuese ofrenda de la saga, al futuro. Viajaron a Bulgaria, volvieron y, en el Penedés: timbró el sonajero, llenáronse biberones y el regazo de Dolors acogió - con amor maternal- al nuevo bebé catalán, hoy prometedor joven.

La fatalidad, siempre al acecho, maldita sea, se llevó al cielo al padre adoptivo de Andrey. Dolors, mujer fuerte, madre valiente, contaba con unas manos dotadas de artística maestría para los arreglos de corte y confección. Muy solicitada por establecimientos del Ramo, obtiene los ingresos necesarios para mantener su hogar y sus obligaciones. 

La fatalidad había dejado a Andrey con la sola seguridad de Dolors. Lo fatal no cesa. Las abuelas del joven, muy entradas en años, no podrían ayudar a su nieto en el caso extremo de ausencia de Dolors.

Tras este prólogo de puesta en escena, vayamos al hecho real.

Otra chupa de agua encharcaba el Penedés, Blanca y Andrey, tras salir de clase, se guarecen y telefonea Blanca a su madre.

Mamá, puedes venir con el coche a recogernos. Nos estamos calando.

Andrey, con su móvil marca el número de Dolors, una y otra vez, sin obtener respuesta. El joven, comienza a ponerse nervioso, intranquilo.

La madre de Blanca, llega con su automóvil, recoge a los estudiantes y enfila hacia el domicilio de Andrey entre un tráfico caótico. Salida de colegios, lluvia infernal, atasco seguro.

A cada atasco, Andrey intenta comunicarse por el móvil con Dolors, una, dos, tres veces sin éxito. Finalmente, Dolors habla con su hijo.

Andrey, estoy muy mareada, la casa huele a gas.

El corazón del joven comienza a latir en galopada irrefrenable. Teme por su madre, su único apoyo, su tabla de salvación. 
Los ojos del joven se inundan de lágrimas, llora de preocupación.
La madre de Blanca sale, a duras penas de un atasco, sortea otro y, por fin, avistan el domicilio de Andrey.

A la preocupación, viviente en el interior del automóvil, se une la imagen avistada: ambulancia sanitaria, camión de los bomberos, turismo de los policías, gente expectante bajo numerosos paraguas. La piel del narrador se eriza, ante esta escena, presagiando lo peor.
Andrey, abre la portezuela del turismo, lacrimoso, corre como el rayo a su portal, sube, volando, hasta su casa y... no vi el abrazo aferrante de madre a hijo, me lo imagino: 
Magistral, digno de un pintor como Miguel Ángel, Sixtino.


Blanca y su madre, se acercan a la ambulancia sanitaria interesándose por el estado de Dolors.

Ha sido un pico, una subida alta de tensión. Respecto al gas, el detector no ha señalado su presencia. Seguramente, vapores ascendentes de la cocina del Bar existente en el Bajo.

Pasado el susto, Andrey, un fuerte abrazo de este bloguista. Tu Madre, mi Esposa, son nuestras tablas de salvación en este loco mundo. Agárrate, muy fuerte a ella y por toda tu vida.
La Muerte, desasió mi mano de mi tabla salvadora, mi  Esposa. Sigo nadando con la esperanza de volver asirme a ella.


MAMA, BUENAS NOCHES. TE QUIERO.

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