Buenas noches mamá. Hoy ha sido, para mi, un día de intensos recuerdos medineses. Sí, de Medina del Campo; si me permites, luego los pormenorizare.
Hoy, 13 y martes. Sabes que no soy dado a la superstición en esta fecha. Sí, lo seré siempre, al día 28 que caiga en sábado; ¿por qué? por ser el día en que volaste al cielo, hace ya casi ocho meses.
Paso de los martes y tengo cariño y mucho al 13. El trece de noviembre de 1966 fue nuestra boda. No tuvimos reparo al 13. Estábamos deseando colocarnos los anillos para iniciar una etapa de felicidad que ha durado 48, bueno, casi 49 años. Y yo, deseando recibir las arras de una preciosa mujer, plena de virtudes y extraordinariamente dotada para conducir un hogar. Hogar en su mas amplio sentido, el familiar.
Unos días antes de nuestra boda y en poder de cada uno la multitud de papeles y certificados, exigidos por la Iglesia y la Administración concertamos mutua cita en la Estación de RENFE de Medina del Campo. Tú, en el tren que llegaba desde Zamora, yo en el que hacía trayecto desde Madrid; allí nos veríamos para solicitar el Libro de Familia en el ayuntamiento medinense.
Desciendo del tren, piso el andén, oteo y... no te veo. Me dirijo al amplio vestíbulo, ojeando todo el área y los rincones, nada.
Me dirijo a la cafetería y tampoco. No me quedaba otra solución que preguntar. ¿Ha llegado el tren de Zamora?. Me dicen - sí señor- hace 15 minutos. Era mi primer aterrizaje en esa Estación y... desconocía que contaba con una Sala de Espera. Mil suposiciones en mi mente: ¿estará enferma?, ¿ha perdido el tren?. Como en el año 66 ni se soñaba con los teléfonos móviles y si, con unas piernas jóvenes, me lancé, andando, hacia el centro de Medina.
Subo la calle Bravo, recorro la Plaza Mayor, bajo por la calle Gamazo y, vuelta -una y otra vez- al indicado circuito.
Tú, mi niña, tras media hora sentada en la Sala de Espera, preocupada, con mil suposiciones en el alma, decides -como yo- caminar hacia Medina y recorrer idéntico circuito al mío, pero a la inversa. Tu cara de abatimiento, se mostraba en forma tal, que hasta un policía municipal se acercó a ti para preguntarte ¿le pasa algo Señora?. Tú, mama, le relataste la situación y el te indicó siguieses hacia el ayuntamiento por lo que tuviste que invertir el sentido de la marcha y... por fin !mama, nos encontramos!. Huelga describir el encuentro. Mil gracias, aunque tarde, al señor policía, quien para sus adentros, pensaría -este pollo, se ha largado- . Pues no, nunca.
El día 13, domingo, se celebró el enlace en la Colegiata de San Antolín.
Sí, Antolín, pues los primeros replobadores de Medina, eran como mi abuelo paterno, de Palencia y allí San Antolín es mucho santo, es el patrón.
Ante el magnifico retablo del altar mayor unimos nuestras vidas.
Quiero hacer constar que antes de la ceremonia, y ante las gárgolas que limitan la entrada al templo, novio e invitados departieron un brevísimo tiempo, algo inusitado, la novia es de una puntualidad exagerada. ¿O, es que se temiese otro desencuentro como el que el policía susurraba?. Pues no, nunca.
Los bajetes y chiquinines, como yo, han mostrado, siempre, predilección por las novias altas.Tenemos suerte, pues conozco a cientos de parejas: él simpático ratón y ella espigada jirafa.
Pues este ratón y su espigada esposa, en cumplimiento de los trámites oportunos, previos a la comida nupcial, se dirigen al estudio fotográfico para inmortalizar figuras y tallas.
El estudio fotográfico, decorado con muebles regios, de la época de Victoria Eugenia: floreros cartujanos, cristalería de La Granja, hasta unos gruesos tomos -lomo dorado- del diccionario Espasa-Calpe en un estante de la librería.
El fotógrafo, estilista él, se acerca a mí, y me susurra. -Si a usted no le parece mal y para igualar a la pareja. ¿Coloco unos libros bajo la alfombra y usted se sube a ellos?.
Yo, un poco molesto, contesté - Mire, yo soy como soy. Nunca igualaré: talla, figura y buen hacer con el de mi esposa. Ella, me supera en todo-. !Hala, nos fotografía cual somos!.
Medina fue inicio de 48 años de felicidad. Cientos de veces, camino de Castronuño, hemos aparcado en sus plazas nuestro automóvil para pasear: la Plaza Mayor, cabe las gárgolas de la Colegiata y... entrar, con los niños, en esa afamada pastelería de la Calle Bravo. Y, como no, visitar su comercio en domingo que, allí es lectivo. Siempre, mama, juntos, muy juntos.
AÚN AHORA, PESE A TU OBLIGADA PARTIDA.
ESTE MARTES Y 13, NUESTROS RECUERDOS ME HAN DOLIDO. FALTABAS TÚ JUNTO A MI, PARA REVIVIRLOS.
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