Mama, en los primeros años de feliz matrimonio, vivíamos inténsamente el presente. Tras encanecer, charlábamos ya sobre el futuro. A partir de tus sesenta años - muchas, muchas veces- me comentabas, queriendo adivinar,- sobre la triste situación a vivir, cuando uno de los dos faltásemos en el hogar.
Siempre me decías -lo mejor es que ambos partiesemos a la vez.-
Miles de veces, lo hemos comentado y miles de veces estaba de acuerdo contigo.
Recuerdo, de mi infancia, los viajes en tren de Valladolid a Madrid. A mis ojos: escenas y paisajes que siempre he recordado. Aquella locomotora a vapor que, en Sanchidrián, se detenia para recargar agua en su depósito. Mientras recargaba, decenas de viajeros se apeaban del tren, cruzaban la via, sorteaban las barreras del paso a nivel y -presurosos- entraban en el bar de Eva para tomar un refrescante vinillo que aliviase el calor veraniego padecido en aquellos viejos vagones.
Lleno el depósito de agua, el atento maquinista, hacía sonar -varias veces- la húmeda bocina de la locomotora para que ninguno de los apeados se quedase en tierra y sin viaje.
Llegados a la estación de RENFE en Ávila,el tiempo de parada era mayor. Se desenganchaba la locomotora del convoy para retirarla y sustituirla por otra, una "Santa Fe" de mayor potencia. Claro, muy acertado, el tren tenía que salvar -hacia arriba- el enorme desnivel que nos separaba hasta "La Cañada".
Tras la ascensión, tengo grabada en mi mente, desde niño, la parada en la estación de "Las Navas del Marqués"; decenas de vaqueros ofrecían a los viajeros, a través de las ventanillas, cuencos de barro conteniendo la afamada leche de la localidad.
Escenas, hoy perdidas, gracias a la modernización de nuestros ferrocarriles que cuentan con un vagón cafetería Sustitutivo de el "Bar de Eva" y de los cuencos de leche naveros.
Pero volvamos al tema del blog " Partir juntos" tal como ambos deseabamos, eso sí, dejando a los nuestros preparados para su devenir.
En mi casa paterna de Valladolid teníamos, como vecinos, una familia encantadora y en aquellos tiempos de carencia.
Faltaba el café, sustituído por la achicoria, racionado el aceite, escaseaban los garbanzos, las alubias y lentejas.
Los padres de aquellos vecinos eran el Señor Pedro (maquinista de RENFE) y la Señora Patro (Patrocinio).
El Señor Pedro, por su oficio, recalaba en estaciones rurales del campo castellano, donde recababa todo tipo de alimentos que escaseaban en el mercado.
Daba fatiga verle subir las escaleras de la casa cargado de talegos de legumbres, panes y... colgando de su dentadura un talegazo de patatas.
El fornido Señor Pedro fue entrando en años, se jubiló, y tras un lustro más, comenzó a padecer del corazón y del sistema nervioso.
Al mismo tiempo su esposa Patro fue afectada por otra grave enfermedad e internada en el antiguo hospital vallisoletano.
Abrevio. Una madrugada a las tres de la mañana, fallece el Señor Pedro. Sus hijos inician los trámites funerarios, pero a las cinco horas de la misma madrugada, un celador aporrea la puerta de la casa para comunicar el fallecimiento de la Señora Patro.
Por respeto a las horas que deben transcurrir desde la muerte al enterramiento, no hubo un entierro, fueron dos sepelios.
Mama, nunca telo había contado, ahora sí. Ambos partieron juntos, tal como tú me decías y deseabas.
Lo nuestro, ha sido distinto, tú te marchaste primero y yo, de momento, aquí sigo peinando nuestros JUNTOS RECUERDOS.
Como perdí tu tren, y no por bajar al Bar Eva....
VOLVER A VERTE ES MI INTIMO DESEO.
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