martes, 6 de octubre de 2015

DOS DOLOROSAS. TÚ UNA.

 "La Dolorosa" de Gregorio Fernández es una de sus mejores obras, parece tallada para ser ubicada a los pies de su Hijo, pendiente de la Cruz.

En la Semana Santa vallisoletana es procesionada por la cofradía mas antigua de la ciudad, la de la Santa Vera Cruz, de la que formé parte siendo niño. La escultura, antes mostraba una lacerante espada, cuya empuñadura descansaba en la palma de su mano izquierda y la punta hiriente de su filo, a la altura del corazón.

La sola contemplación de su doloroso rostro y su ademán de brazos, como queriendo acoger sobre su pecho a su Hijo, hacen innecesaria la redundancia de la lacerante espada.

Su gesto, es silencioso, amoroso, entrañable y -ante todo- maternal.

Mama, La Dolorosa y tú pasasteis por trance parecido. Ella, contempló," in situ", la muerte de Jesús. Nosotros mama, no estuvimos en el accidente de carretera de nuestro Álvaro, Sí que oímos de lejos el ulular de  sirenas de las ambulancias, y al oírlas, temiste -como siempre- lo peor. 

Confirmado lo peor, nunca volviste a mostrar, en tu faz, el semblante tan atrayente que poseías desde que naciste. Ante mí, y para todos, tu faz siguió siendo serena, de mujer fuerte, amable y entrañable, pero tu entregada cara, tu rostro, era idéntico al de La Dolorosa de Gregorio Fernández.

Fuiste, para mi, ejemplo constante a seguir. Yo, menos fuerte, con lacrimosos ojos, conducía mi vehículo hacia Madrid y... hasta me faltaba el aire.Tenía que bajar las lunas laterales del turismo. En cada regreso de Madrid, mi "Seat", subía un día y otro hasta el nicho de nuestro hijo en el camposanto de Tornadizos.

Tú, mama, con tu rostro dolorido: lavabas, planchabas y guardabas las prendas de nuestro hijo. Nunca permitiste nos deshiciéramos de su ordenador, que -aquí  sigue- a mi espalda- en el despacho. Ordenador que guarda los escritos, las fotos y los diseños de Álvaro.

Sólo, Darío -nuestro nieto- abre el secreto arcano para contemplar las imágenes de la cabra montesa, el dibujo de Procopio (el conejo meón), o la paloma mensajera.

El dolor de tu semblante castellano, a pesar de tu trato amable con todos,
era sano por fuera, pero caló muy hondo en tu interior, poco a poco, fueron iniciándose males afectantes a tus órganos vitales, poco apreciables externamente, pero que -día tras día- te atacaban sordamente y que, al final, contribuyeron en tu adiós final.


Tal como viviste, te marchaste, serena, sin un quejido y con tu semblante pleno de belleza y fortaleza espiritual.

Bien sabías tu, mi Dolorosa, que en tu nuevo y ascendente camino, ese que no tiene marcha atrás, alcanzarías y abrazarías a tu Álvaro.

ALGÚN DÍA ESPERO ALCANZAROS Y ABRAZAROS A LOS DOS.

Velad, ambos, por los que hemos quedado en este puerto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario