martes, 20 de octubre de 2015

DOS TESOROS PERDIDOS..

Hola mamá. ¿Despeinada?. No, imposible, mas bien la brisa cartagenera de la dársena. De tu mano nuestro Alvarito querido, quien a los 22 años y a falta de siete días para sus 23, se soltó de tu palma para volar lejos, al cielo, en un accidente de tráfico.

Fue nuestro primer tesoro perdido. Abierto él, comunicativo, amigo de sus amigos, incansable conversador, era nuestro informador - en las comidas- de cualquier incidencia o suceso mañanero por él vivido: en las aulas, en el trabajo o en la calle.

Su partida, cubrió de silencio nuestros yantares. Su marcha, cerró sus armarios, apagó su computadora. Hasta nuestra voz enmudeció. Cabe el silencio dominante, sólo las palpitaciones cordiales, se agolpaban y aceleraban, a causa de la multitud de recuerdos que se apretaban en nuestra mente.

Mama, tu fuiste -para mi- un grandioso ejemplo de serenidad y valor. Tú fuiste la Mujer Fuerte en un campo desolado por la ausencia de nuestro retoño menor. Caro, muy caro, pagaste tu valentía, tu aguantar el llanto, tu privarte del desahogo. El dolor interno, callado, sufrido, se mostró en tu aspecto exterior con cientos de rojeces en la piel producidos por la Helicobacter Pylori. Consultas, pruebas alérgicas, test de aliento, medicación. Con los años, mejoraste, pero nunca venciste a la invasora bacteria que moriría contigo, pese a los desvelos del Doctor Subiza.

 Antes de la partida de Álvaro, yo me creía rico "hacendado". Hacendado, sin tierras, sin bienes, sin posesiones, pero rico, muy rico en cariños, millonario por mi familia.

Tanto disfruté de mis hijos y de mi esposa que, el fatal destino reservaba a este "hacendado", una primera situación de "pobre" y finalmente de "mendigo en cariño, afectos y compaña en mi camino final".

Mamá, 2015, no me arrebató el segundo tesoro, se llevó -con tu muerte- mi preciada Arca de la Alianza. Todo el mundo, todo explorador buscándola,todo aventurero  recorriendo África y... la tenia yo, a mi lado, en mi casa, tú eras el Arca. El cáncer se la llevó al hospital y desde allí, voló contigo -mi tesoro- al cielo.

Tú, allá arriba, habrás cogido de nuevo la mano de nuestro Álvaro. Yo, aquí, con el tesoro de nuestros nietos en una isla casi desierta. Mendigo de tu cariño y el de nuestro hijo pequeño. Anhelando, como tú, cogerle de la mano, escucharle uno y otro suceso mañanero, en vuestra Estrella.


Álvaro, mi niño, cuida de mamá en la Estrella. Abúrrela con tu locuaz conversación, que no piense tanto en los pobrecitos que aún no tomamos el barco hacia vuestro inmenso mar, el Firmamento.

Desconectaré el ordenador, abriré la balconera, elevaré mis viejos ojos hacia las estrellas, para acompañarnos, unos segundos, con nuestros corazones.

BUENAS NOCHES. MIS TESOROS.


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